"Tenía Un Miedo espantoso". Cuando era niña usábamos esta expresión. Durante el recreo, al bravucón de la escuela le encantaba intimidar a los demás. Todavía recuerdo bien cuando decidí verlo como Dios lo ve y ama, a pesar de su despreciable forma de actuar. Al finalizar el año escolar, él había cambiado. Comprendí que con mis simples oraciones, usando amor en vez de temor, no sólo cambió mi propio pensamiento acerca de él, sino que probablemente lo ayudé a ser más amable con sus compañeros.
Años más tarde al considerar la noción de "tener un miedo espantoso" comprendí que aceptar tal posibilidad es una amenaza contra nuestro bienestar, porque sugiere que podemos estar separados de Dios, la Mente divina. Si una persona o situación produce tal terror en tu corazón que sientes que te es imposible pensar claramente, siempre puedes oponerte a esa sugestión.
Lo primero que hay que hacer es recurrir directamente a Dios y afirmar Su presencia y poder. Al reconocer que Dios, no nosotros, es el único que tiene el control de las cosas, calmamos el pensamiento para poder enfrentar la situación de una manera constructiva y sanadora. ¿Acaso reconoce Dios el mal en una creación que Él hizo del todo buena? Entonces tampoco nosotros podemos dar poder alguno al mal sintiéndonos alarmados por su apariencia.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!