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¿ASUSTADA?

Del número de septiembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Tenía Un Miedo espantoso". Cuando era niña usábamos esta expresión. Durante el recreo, al bravucón de la escuela le encantaba intimidar a los demás. Todavía recuerdo bien cuando decidí verlo como Dios lo ve y ama, a pesar de su despreciable forma de actuar. Al finalizar el año escolar, él había cambiado. Comprendí que con mis simples oraciones, usando amor en vez de temor, no sólo cambió mi propio pensamiento acerca de él, sino que probablemente lo ayudé a ser más amable con sus compañeros.

Años más tarde al considerar la noción de "tener un miedo espantoso" comprendí que aceptar tal posibilidad es una amenaza contra nuestro bienestar, porque sugiere que podemos estar separados de Dios, la Mente divina. Si una persona o situación produce tal terror en tu corazón que sientes que te es imposible pensar claramente, siempre puedes oponerte a esa sugestión.

Lo primero que hay que hacer es recurrir directamente a Dios y afirmar Su presencia y poder. Al reconocer que Dios, no nosotros, es el único que tiene el control de las cosas, calmamos el pensamiento para poder enfrentar la situación de una manera constructiva y sanadora. ¿Acaso reconoce Dios el mal en una creación que Él hizo del todo buena? Entonces tampoco nosotros podemos dar poder alguno al mal sintiéndonos alarmados por su apariencia.

En una de las epístolas a los Corintios, Pablo habla de derribar "argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo". 2 Cor. 10:5. ¿No les está diciendo a los Corintios, y en realidad a todos nosotros, que echemos mentalmente fuera los pensamientos temerosos o malignos que intentarían oponerse a la bondad de Dios y que llenemos nuestros pensamientos con lo que es verdadero acerca de Dios y el hombre?

Me despertó el ruido de alguien que corría en el patio de atrás.

Pero, ¿podemos hacer esto cuando el temor es agresivo? ¡Sí! Hace varios años, cuando vivíamos en una zona donde había mucha delincuencia, descubrí que es así. Había habido muchos robos en las casas de nuestro vecindario, y los medios de comunicación pasaban muchas noticias sobre una persona a la que llamaban "el cazador nocturno". Creció el temor y la gente estaba aterrorizada. A pesar de que era verano y que la mayoría de las casas no tenían aire acondicionado, la gente mantenía todas las ventanas cerradas. Una noche me despertó el ruido de alguien que corría en el patio de atrás. La ventana del dormitorio estaba un poco abierta y sentí mucho miedo. Después de los primeros minutos de pánico, comprendí que esa forma de pensar no me ayudaría a mí, ni a mi familia, ni a quien estuviera allí afuera en la oscuridad, y decidí mantener mi pensamiento en la creación de Dios tal como Él la hizo... en su totalidad: espiritual, perfecta, segura, armoniosa, bondadosa.

Pronto empecé a calmarme, y lentamente repetí el Padre Nuestro como también "la declaración científica del ser" de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, que dice en parte: "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo".Ciencia y Salud, pág. 468. Esa noche, significó para mí que Dios tenía todo bajo control, y cuidaba de mí y de los míos, así como de la persona que estaba afuera. Pero lo más importante era que Dios nos amaba a todos, y que por ser Su semejanza espiritual, nosotros también nos amábamos los unos a los otros. Comprendí también que en realidad era imposible que el hombre hiciera algún daño o fuera influenciado por sugestiones malignas, porque en la totalidad de Dios no hay lugar para nada sino lo bueno.

De pronto me di cuenta de que había dos helicópteros con luces muy potentes iluminando nuestro patio. Eran helicópteros de la policía que se estaban comunicando con sus colegas en tierra. El transgresor fue arrestado antes de que causara ningún daño, y unas semanas más tarde el llamado "cazador nocturno" también fue arrestado y sentenciado a cadena perpetua.

La Sra. Eddy escribe: "Si el pensamiento se alarma por la energía con que la Ciencia reivindica la supremacía de Dios, o la Verdad, y pone en duda la supremacía del bien, ¿no debiéramos, por el contrario, asombrarnos de las vigorosas pretensiones del mal y dudar de ellas, y ya no pensar que es natural amar el pecado y contranatural abandonarlo — ya no imaginarnos que el mal está siempre presente y que el bien está ausente?"Ibid., pág. 130. Cualesquiera sean los temores que te estén persiguiendo, puedes liberarte de ellos comprendiendo que el universo está sólo gobernado por Dios, la Mente única, que no puede ser separada en muchas mentes, algunas buenas y otras malas.

Al tratar la sugestión de que el mal está a nuestro alrededor, siempre debemos estar alertas a la Verdad, confiando conscientemente en el cuidado que Dios nos brinda a cada uno de nosotros. Esta actitud vigilante implica estar atentos al hecho de que ni por un instante podemos estar separados de nuestro creador. ¿Cómo puede una idea estar separada de la Mente que la concibió?

Cristo Jesús demostró en todas las formas posibles que podemos recurrir a nuestro Padre, Dios, para sanarnos, para salvarnos, para consolarnos y para satisfacer nuestras necesidades. Él nos dijo que haremos obras aun mayores, Véase Juan 14:12. queriendo decir que todos somos capaces de demostrar las mismas verdades que Jesús demostró, si utilizamos nada más que las ideas de la Mente única, que todos reflejamos. La oración está apoyada por el poder de Dios. Tu claro entendimiento de la presencia de Dios bajo toda circunstancia, te da dominio sobre toda amenaza de que puedas "tener un miedo espantoso".

¡Oh Jehová, Señor nuestro,
cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que tú formaste,
digo: ¿Qué es el hombre,
para que tengas de él memoria,
y el hijo del hombre, para que lo visites?
Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
todo lo pusiste debajo de sus pies.

Salmo 8: 1, 3, 4, 6

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