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A salvo cuando escuchamos la dirección de Dios

Del número de agosto de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Escuchó alguna vez decir que la razón por la que alguien hizo algo bueno o productivo fue porque simplemente se sintió impulsado a hacerlo? Por lo general la gente no puede explicar porqué lo sintió así, pero sabía que debía escuchar y proceder de acuerdo con lo que sentía. Esto me sucedió a mí, y cuando seguí ese impulso me sentí muy bien.

A menudo, lo que realmente sucede es que estamos escuchando la guía de Dios. Podemos decir que escuchar a Dios es estar alerta a Su presencia. Dios nos habla constantemente, pero a veces puede parecer difícil escuchar Su voz con claridad. Si ése es el caso, conviene seguir esta instrucción de la Biblia: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Salmo 46:10.

Estar quietos y reconocer que Dios es Dios, no significa aquietar lo que sucede a nuestro alrededor, significa aquietar nuestro pensamiento. Una manera de hacerlo es orar, preguntando con humildad: “¿Qué es, Padre, lo que Tú quieres que sepa sobre Ti y Tu guía? ¿Qué es lo que debo entender mejor?” Esto ayuda a negarle entrada a la voluntad personal, la confusión y todos los clamores que, como los ruidos estáticos de una radio, interfieren para no permitirnos escuchar bien a Dios.

La oración que genuinamente busca a Dios, lo encuentra. Él jamás nos decepciona. Él siempre está aquí, siempre nos está ayudando. El salmista debe de haberlo sabido cuando oró: “Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia”. Salmo 143:1. Dios, por ser fiel, siempre responde a nuestras súplicas, y cuando alineamos nuestro pensamiento con Él, escuchamos Su respuesta.

Al admitir que Dios es el creador y gobernador de todo, podemos reconocer que Él siempre controla Su creación armoniosamente, por más perturbadora que pueda parecer una situación. Llegar a estar espiritualmente consciente de Su poder y presencia, nos permite quitar del pensamiento el temor o cualquier otro mal que nos dejaría inactivos o nos llevaría a actuar de forma inapropiada.

Todos podemos alcanzar esta consciencia espiritual para sentir y escuchar a Dios y luego seguir lo que Él nos indica. Ciencia y Salud se refiere al vínculo natural que existe entre conocer espiritualmente a Dios y obedecerlo. Dice: “La única garantía de obediencia a Dios es una comprensión correcta de Él, y conocerle a Él correctamente significa Vida eterna”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. vii. Nuestra comprensión de Dios se profundiza cada vez que sentimos y seguimos Su guía.

Hace poco me vino con insistencia al pensamiento que debía aprender más de Dios, especialmente como Vida divina. Esto me pareció extraño porque, después de todo, no estaba enferma, no sentía que me iba a morir y todo estaba bien. Pero me empecé a sentir cada vez más inquieta y cada vez que oraba, me venía el mismo pensamiento. De modo que obedecí y empecé a orar para entender más cabalmente la Vida divina.

A medida que oraba y leía pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud, aprendí que la Vida elucida la coexistencia entre Dios y el hombre. Dios es el Padre-Madre, y el hombre, el verdadero ser de cada uno de nosotros, es el hijo de Dios. Creados por nuestro Padre-Madre para ser semejantes a Él, expresamos la inmortalidad de la Vida. Aprendí más de Dios como Vida escuchando de cerca Su dirección, y cuánto más escuchaba, más podía reconocer mi coexistencia con Él.

Después de unas dos semanas de haber estado orando de esta manera, estaba manejando por una autopista muy transitada y como la conocía bien había adquirido el mal hábito de no prestar mucha atención a las cosas. Entonces, llegué a una curva muy pronunciada, y justo adelante de mí había un automóvil detenido y un hombre parado junto a él. Sin temor ni dudas instantáneamente cambié de carril, sin tocar al auto estacionado, al hombre ni el auto que acababa de pasarme. Me sentí sumamente agradecida por la protección que todos habíamos tenido y no se me ocurrió hasta cuatro días después que, si no hubiera prestado atención a la dirección de Dios, el accidente podría haber sido trágico para todos. Después de este incidente, ese constante deseo de aprender más de Dios como Vida, disminuyó, y ya no me sentí incómoda ni agitada. Reconocí que el sentir, escuchar y seguir la dirección de Dios para aprender más sobre mi coexistencia con Él, me capacitó para hacer lo correcto y actuar con rapidez y sin temor.

Cuando tenemos épocas o momentos en que sentimos que debemos hacer algo, estos sentimientos pueden conducirnos a discernir y obedecer la dirección de Dios. Así desarrollamos nuestro conocimiento espiritual y sabemos que estamos a salvo con Dios.

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