Me Contrataron hace algunos años para trabajar en esta compañía. Todos tenían el doble de mi edad. Tenía la sensación de que pensaban, “Esta persona es muy joven”. No me tomaban en serio; cuando sugería algo contestaban algo así como: “Está muy bien. Lo vamos a pensar”. Me ponía a esperar resultados y nunca pasaba nada.
Pero si el jefe presentaba una idea, en seguida era bien recibida. Yo podría haber dicho exactamente lo mismo, pero como era joven y parecía no tener experiencia, lo que decía no tenía importancia. Era como que tenía que invertir una cantidad determinada de tiempo para que me tomaran en serio. Y esto era algo desalentador.
Hasta que empecé a preguntarme: “¿Cuál es mi verdadera descripción de tareas?” Cuando comencé a trabajar me dieron una descripción de mis tareas. Pero vi que mi verdadera ocupación era expresar las cualidades de Dios, y que al expresarlas jamás podría entrar en conflicto con nadie, y podría trabajar en armonía con todos.
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