Cuando Mis Hijos tenían 2 y 4 años vivíamos en un edificio que era bastante frío, y si lo niños iban descalzos o sin abrigo, siempre les decía: “¡Abríguense!”, temiendo que se fueran a resfriar.
Este temor venía de mucho tiempo atrás; de generaciones. Era la equivocación de pensar que bajo ciertas condiciones era inevitable resfriarse. Cuando les decía a los niños: “Abríguense, porque si no...”, estaba educándolos a pensar que hay un poder fuera de Dios.
Mi madre y mi abuela también habían tenido este temor. Cuando empezaba la primavera, mis amigas llevaban un abrigo liviano a la escuela, pero a mí no me lo permitían; siempre me sentía oprimida por el temor a resfriarme y sufrir.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!