Cuando quedo vacía de oraciones
y el corazón parece un campo yermo,
cuando anhelo oír Tu voz y ésta no llega,
cuando quiero mirar pero no veo;
cuando trato de oír y no te oigo,
cuando te busco cerca y no te siento,
y fuerzo mis sentidos y es en vano,
y te quiero entender pero no entiendo;
es entonces que acallo mis pedidos
buscando sumergirme en el silencio
y me rindo, por fin, a otro sentido
más alto, más veraz, y así te encuentro.
De Tu presencia voy rastreando huellas
que antes, en mi ansiedad, no había notado:
la luz de una mirada, un gesto amigo,
una palabra tierna, o un abrazo.
No permitas, Dios mío, que la duda
o el desaliento, o la ambición, o el miedo
nublen ese sentido que revela
la presencia cercana de tu cielo.
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