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Soluciona sus problemas en el trabajo

Del número de diciembre de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Varios Años había encontrado empleo en circunstancias similares a las actuales, es decir que para los jóvenes, y también para los no tan jóvenes, no era muy fácil encontrar trabajo. Yo no tenía ningún diploma de gran valor comercial, no obstante, había recibido una propuesta interesante que finalmente acepté. Había firmado un contrato y la descripción del puesto correspondía con lo que yo esperaba hacer. Me tomaron por un período de prueba. Para mí era muy importante terminar esta etapa para quedar en el puesto en forma definitiva. Pero al cabo de algunos días me di cuenta de que la situación se iba deteriorando poco a poco, y que se me iban asignando tareas que no estaban previstas en primera instancia. Se trataba de tareas que otras personas debían realizar y que nadie hacía. Pero si yo quería cumplir correctamente con mi propio trabajo, me veía obligada a hacer también el trabajo de los demás. Al cabo de varias semanas comprendí que esta situación se iba a transformar en la norma. Las tareas adicionales representaban un trabajo físico sumamente agotador. Hacía lo que me pedían, pero de ninguna manera podía continuar así, porque estaba empezando a soportar condiciones de verdadera explotación.

Entonces, en tono de broma, en determinada oportunidad le mencioné mi problema a un superior jerárquico, pero no le dio demasiada importancia. En realidad, la clave del problema era que mientras el trabajo estuviera hecho, a ellos no les interesaba saber cómo había sido hecho ni por quién.

El caso es que me encontraba trabajando en condiciones inaceptables, pero con una gran necesidad de conservar mi empleo. No podía siquiera pensar en la posibilidad de irme dando un portazo.

Me sentí bastante atormentada durante varios días. Por mi experiencia personal, sabía que las quejas humanas son, en general ineficaces, y no responden adecuadamente a nuestros problemas. No sabía qué hacer.

Por un lado, sentía rebeldía porque pensaba que me encontraba en una situación muy injusta. Pero al mismo tiempo, tenía esperanzas porque había vivido experiencias que se habían resuelto al recurrir a Dios. Cuando entendemos que Dios gobierna nuestra vida y que podemos recurrir a Él para resolver cada aspecto de nuestra vida, no podemos encontrarnos en una situación sin salida. Me vino la idea de que yo no podía encontrarme sin recursos, que de alguna manera saldría de una situación que se asemejaba a una especie de esclavitud.

Y justamente, hay en la Biblia varios ejemplos de eso. Está el ejemplo de los hijos de Israel que se encontraban en el país de la esclavitud, ya que trabajaban en Egipto como esclavos. Y leyendo la Biblia, podemos ver cómo Moisés hizo salir a los hijos de Israel fuera de Egipto. Podemos ir más allá del contexto literal para comprender mejor que en realidad, si se trata de una promesa que encontramos en la Biblia, es una promesa que se aplica a cada uno de nosotros.

Y lo que ocurrió fue que durante todo un fin de semana en que me había sentido muy atormentada sin saber qué hacer, volví mi pensamiento a Dios y me vino a la mente una frase que había leído en Ciencia y Salud: "El hombre no ha sido creado para labrar la tierra. Su patrimonio es señorío, no servidumbre. Señorea sobre la creencia de tierra y cielo y está subordinado sólo a su Hacedor. Eso es la Ciencia del Ser." (pág. 517–518) Y este pasaje tiene como título marginal: El patrimonio del hombre.

Justamente este pasaje habla del dominio que Dios le otorga al hombre desde su nacimiento, sin condiciones, gratuitamente; dominio que Él le otorga a todos los hombres sobre la tierra. La oración me permitió comprender mejor cuál era mi herencia espiritual, es decir, comprender la relación que me unía a Dios. La Biblia, dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. Y justamente este pasaje, donde se habla de que el hombre no ha sido creado para labrar la tierra, no significa que no haya necesidad de agricultura, sino simplemente que el hombre no ha sido hecho para vivir en condiciones de esclavitud. Dios le otorga al hombre la libertad y ningún hombre en la tierra está condenado a soportar condiciones deplorables. Y el hecho de volver nuestro pensamiento a Dios, de comprender que tenemos un vínculo que nos une a Dios, un vínculo que no depende de nadie y que está en nuestra conciencia, es algo que nadie nos puede quitar. Ésta es la comprensión que Dios nos da de que ya somos Sus hijos, que tenemos una herencia espiritual de libertad, de dominio. Decidí que esto era lo único que debía contemplar. Dejé de torturarme diciendo: ¿Qué estoy haciendo? Lo único que quería contemplar era ese hecho espiritual, ese derecho que me pertenecía. Y fue lo que hice durante uno o dos días, al pensar en la situación. Sabía que había algo por encima de las condiciones humanas que me liberaba de aquello que parecía molestarme, porque yo aceptaba como verdadera esta promesa de liberación.

Entonces regresé tranquilamente a trabajar. Y, para mi gran sorpresa, hubo una reunión a la que asistió gente de diversos servicios. El objetivo de esta reunión era resolver un problema general que afectaba a varias personas. Luego de esta reunión, que duró dos horas, la dirección general tomó algunas decisiones, por medio de las cuales ponían a nuestra disposición una serie de recursos que permitían que la parte del trabajo que resultaba más pesada para mí, se manejara de una manera totalmente distinta. Como resultado, nunca más tuve que encargarme de esas tareas. El problema se resolvió definitivamente.

Fue de lo más espectacular y sorprendente para mí, porque nunca me habría imaginado que se realizaría una reunión con esas características. Además ese tipo de reunión constituía toda una novedad en esta empresa. Y en dos horas, vi muy buena voluntad: pusieron los problemas sobre la mesa y fueron resueltos en un santiamén. Y lo que más me impresionó fue que no hubo ningún tipo de queja. No abrí la boca, no me dirigí a mi jefe para decirle "el hombre no ha sido creado para labrar la tierra". Simplemente, algo ocurrió en mi pensamiento, mentalmente tomé posesión de un derecho espiritual, y el hecho de percibir este derecho clara y tranquilamente en mi conciencia desbloqueó por completo la situación. Verdaderamente, constaté el poder de la oración.

Una parte del Padre Nuestro dice: "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra." (Mateo 6:10) Y Mary Baker Eddy da en Ciencia y Salud la siguiente interpretación espiritual: "Capacítanos para saber que —como en el cielo, así también en la tierra— Dios es omnipotente, supremo". (pág. 17) Es decir, que Dios le da al hombre dominio sobre la tierra, o sea sobre la condiciones que parecen ser externas a nosotros y escapar a nuestro control. Todos podemos entender cuál es la voluntad de Dios sobre la tierra, una voluntad que siempre nos asegura más progreso y más libertad.


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