Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La inteligencia siempre está a nuestro alcance

Del número de diciembre de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


¿No Te Ha Pasado de ir a un examen, leer las preguntas y sentir que no puedes contestar ninguna de ellas? Puede llegar a ser demoledor.

Pero en mi último año de la universidad, descubrí que hay una manera de enfrentar ese problema. En aquella época las materias eran anuales, y si no las aprobaba tenía que repetirlas al año siguiente. Te podrás imaginar qué importante era aprobar un examen.

Había también exámenes de calificación para cada materia que debía aprobar antes de dar los exámenes finales, y muchas veces había varios de esos exámenes en una misma semana. Teníamos muy poco tiempo para prepararnos para los exámenes, y yo sentía que no estaba bien preparado para dar una de las materias que tenía fama de ser muy difícil.

No había faltado a ninguna clase durante todo el año, había prestado atención, tomado notas y hecho todas mis tareas. Entonces, ¿por qué sentía que me estaba preparando a las carreras? Porque suponía que la mayoría de la gente no puede retener toda la información en la memoria. Pensaba que la educación consistía en guardar mucha información que se transmitía de la mente del maestro a la mente de los estudiantes, y esta última tenía algunas fugas por las que la información se iba perdiendo gradualmente, y luego había que guardar la información otra vez, justo antes de la prueba, con la esperanza de que apareciera en el papel del examen.

Esto es contrario al concepto básico de educación, que se refiere a expresar lo que hay dentro de sí, y no a llenarse de lo que hay afuera. La verdadera educación debe revelar la luz y utilidad que ya forma parte de la conciencia de la persona, como cuando se abre una flor y revela lo que ya estaba dentro del capullo.

Conceptos como éstos me ayudaron en esa situación, pero no al principio. Entré al salón de clases, leí el examen y sentí una angustia terrible. Escribí las respuestas que sabía en sólo 10 minutos; era un examen que tenía que durar por lo menos dos o tres horas. Obviamente no lo iba a aprobar. Podría haberme tentado a sentir pánico y a tirar la toalla. Pero sabía que no tenía que darme por vencido. Puse el examen a un lado y empecé a orar. No me acuerdo exactamente cuál fue el razonamiento espiritual que seguí, pero sé que insistí en que yo era (y todos los que me rodeaban) "la representación completa de la Mente".Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 591. Mente es un término que usa la Christian Science Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens. para definir a Dios como la suprema inteligencia que gobierna el universo. Como representación de la Mente, yo tenía toda la inteligencia, sabiduría, percepción, capacidad y memoria. No podía perder ninguna de ellas y tampoco podían escasear.

Si creía en esto, no podía pensar que la información que había obtenido con mi esfuerzo ese año, se perdería de mi memoria. La Mente divina que todo lo sabe, no puede ser expresada por una semejanza que no sabe nada. Como expresión de Dios, tenía que reflejar la cualidad omnisapiente de mi Creador.

Esta forma de pensar me trajo paz, y volví a leer el examen. Hubo otras preguntas que quedaban por contestar y así lo hice. Oré un poco, y escribí algo más, hasta que terminé el examen en el tiempo estipulado.

Después de entregar el examen, continué orando, reconociendo que la situación estaba bajo el cuidado de Dios. Sabía que la Mente infinita que me gobierna, también le da a la persona que evalúa mi examen percepción, agudeza mental y justo juicio, lo que aseguraría una evaluación justa.

Cuando los resultados estuvieron disponibles, la lista de nombres estaba por orden de mérito. Miré más o menos a la mitad de la lista, donde siempre estaba mi nombre, y luego hasta el final. Dije: ¡No estoy en la lista! Miré un poquito más arriba, pero no me encontraba. Finalmente, encontré mi nombre en el primer lugar de la lista, por primera vez en cuatro años, y en la materia para la que me consideraba menos capacitado. (Me presenté al examen final y lo aprobé.)

Esto me enseñó una lección muy importante. En las materias en las que me sentía preparado y realmente seguro, había confiado en mi propia capacidad y había obtenido resultados mediocres. Pero en este caso, no pude más que recurrir a Dios, y confié de todo corazón en Su inteligencia divina. Esto me trajo resultados mucho mejores. Me hubiera gustado haber aprendido esta lección mucho antes.

La misma inteligencia divina está al alcance de todos y en todas partes, y orar afirmando la verdad espiritual, abre el pensamiento para que pueda ser aceptada y utilizada.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 1999

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.