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La oración le quita el poder a la aflicción

Del número de diciembre de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesús dijo: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación". Mateo 5:4. ¿Sugiere esto que el sufrimiento humano es el camino divino para el crecimiento espiritual? O, ¿quiere decir en cambio que lo que a veces enfrentamos —como la aflicción o la tristeza por una ruptura o cambio en las circunstancias— indica la necesidad humana de buscar y responder a Dios y al bien divino siempre presente en nuestra vida? Con la ayuda de la Clave de las Escrituras de Ciencia y Salud, comprendí mejor y aprecié más la promesa y el consuelo que Jesús, con sus palabras, nos brinda cuando fallece un ser querido.

En La Unidad del Bien, Mary Baker Eddy escribe: "Las angustias mortales apresuran el nacimiento del ser inmortal, mas la Ciencia divina enjuga toda lágrima".Unidad, pág. 57. La firme y consciente comunión con Dios, que obtenemos mediante la oración, trae a la conciencia humana la influencia sanadora, pura y pacífica, del verdadero consolador: el Cristo, la Verdad.

En el poema "Cristo es mi refugio", encontramos una apropiada descripción de este tipo de oración y de su efecto sanador. Las dos primeras estrofas dicen:

Resuena el arpa del pensar
con la canción,
que triste y dulce calma ya
todo dolor.

La idea surge angelical
en su claror,
y es ella canto celestial
de fe y amor.
(Mary Baker Eddy, Poems, pág.12)

El uso de la palabra triste en este poema siempre me interesó y me hizo pensar en las bienaventuranzas de Jesús sobre aquellos que lloran. Yo quería entender mejor esas referencias. Recientemente encontré que un diccionario incluía en su definición de aflicción, una cita que se refería a tristeza y a la palabra triste, la cual tiene una definición arcaica que significa "firme, constante". Está también esta definición de "aflicción" que se destaca de las demás: "hacer el bajo, continuo sonido de una paloma." Esto me llevó a consultar el Glosario de Ciencia y Salud, donde encontramos que paloma es definida en parte como "pureza y paz; esperanza y fe".Ciencia y Salud, pág. 584.

Pude ver que lo que trae curación a las aflicciones más profundas, es la firme, constante y dulce oración que devuelve la esperanza y aviva la fe. Descubrí que éste debe ser el consuelo que Jesús prometió a los que lloran. Él sabía, más que nadie, que la oración a Dios trae una abundancia de ideas espirituales y sanadoras que brindan consuelo permanente y curación.

Yo sé esto por experiencia. Aunque no estaba lamentando el fallecimiento de un ser querido, me sentía afligida por lo que parecía ser el comienzo de una división con alguien a quien quiero mucho. Hace muchos años, luego de una acalorada discusión con mi marido, me fui a la cama enojada y con actitud acusadora; mientras que él pasó una noche incómoda en el sofá de la sala. Si bien me aferraba a mis ideas, también me sentía muy triste por lo que parecía ser una profunda división entre nosotros. A la mañana siguiente mi marido se despertó enfermo. Todos sus dientes delanteros estaban flojos y sus encías inflamadas. No podía comer y me preguntó si podía orar por él. A pesar de que no nos dirigíamos la palabra, encontramos que podíamos unirnos en la oración.

Mientras orábamos, yo trataba de escuchar las ideas de Dios, pero descubrí que el enojo, el resentimiento, el temor y la tristeza que sentía, interferían con mi oración. Pensé cómo estaba identificando a mi esposo. Tenía una lista grande: un hombre ignorante, frustrado y enojado; con un pensamiento limitado; un mortal enfermo y miedoso. Printo me di cuenta de que esta manera de pensar no reflejaba el aspecto "triste y dulce" de la oración. Sino que estaba ejerciendo otro tipo de presión en nosotros, la presión y el estrés de la mortalidad, de opiniones distorsionadas del hombre de Dios.

Para corregir estos pensamientos, comencé a orar para ver a mi marido como Dios lo conoce, como su hijo amado: seguro, totalmente espiritual, inocente, sin culpa, perfecto y completo. Esos conceptos basados en la Biblia describen la forma en que Dios hace y mantiene Su bendita creación, el hombre. Estos pensamientos reconfortantes sobre el bienestar espiritual de mi marido, me hicieron tomar conciencia del profundo amor y aprecio que yo sentía por su verdadera naturaleza como hijo de Dios. Entonces comencé a verme como hija de Dios yo también.

La verdad es que nunca tuve que orar para sanar sus dientes y encías. La oración inicial que hice fue todo lo que se necesitaba para calmar "ya todo dolor", como dice el poema. En ese corto tiempo de oración, no sólo sanó mi esposo rápida y completamente, sino que también se solucionó el problema que había provocado la discusión

En lugar de darnos permiso para sufrir, las palabras de Jesús ilustran el consuelo de Dios que nos pertenece como Sus hijos. "Bienventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación". El amor divino, Dios, nos ayuda de manera tal que mejora y sana la vida humana.

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Juan 8:12

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