La Cajera no sonreía; se veía molesta, agotada y triste. De pie frente a ella, mientras me hacía la cuenta, me sentí inclinada a decirle: "Parece muy atareada".
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!