EN LOS ÚLTIMOS AÑOS se ha intensificado la atención que se le da al cuerpo y al efecto engordante o adelgazante que supuestamente tiene la comida sobre él. Una señal de esto es el auge del culturismo y los gimnasios. Es tal la preocupación que tiene la mayoría de la gente sobre los efectos de la comida, que de seguir así en el futuro no quedarán alimentos considerados "buenos" para el ser humano. Todo esto ha hecho que el cuerpo y la comida se transformen en poco menos que "dioses", como si tuvieran poder para gobernarnos.
Si queremos lograr que el cuerpo sea más perfecto, le estamos atribuyendo poder sobre nosotros. Si nos identificamos con un cuerpo físico e imperfecto, siempre estaremos tratando de cambiarlo. ¿Es acaso ésta una justa manera de identificarnos?
Desde pequeños nos han enseñado a creer que estamos formados de partes físicas. Pero "eso" no es la creación verdadera de Dios. Dios, el origen de todo lo que es real, es Espíritu y Su creación, incluso el hombre, no es material ni física, sino espiritual.
Por lo general, en la adolescencia no nos gusta para nada ese cuerpo con el cual ya nos hemos identificado, y empezamos a tratar de cambiarlo para adaptarlo a un modelo socialmente aceptable, según la moda del momento. A mí me tocó pasar por dos de esas modas. La primera decía: "La gordura es parte de la hermosura", y la segunda, que aún subsiste: "Cuanto más delgada, mejor". Bueno, ¿cuál es la correcta? ¿Debemos aceptar las modas que se tratan de imponer?
Tal vez, sería importante averiguar cuál es el modelo perfecto, y para quién es perfecto. Para Dios, el modelo es espiritual, y también lo es para el hombre que Él ha creado. El Cristo, que representa al hombre y a la mujer verdaderos y su relación con Dios, no necesita mejora alguna, no puede ser manipulado para que sea más bello. El Cristo es nuestra verdadera naturaleza y ya es perfecto.
En la Biblia leemos: "Nadie os juzgue en comida o en bebida... todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo". Colosenses 2:16, 17. En Ciencia y Salud hay una frase que habla muy claro sobre lo que nos modela: "Simplemente pedir que podamos amar a Dios, nunca nos hará amarle; pero el anhelo de ser mejores y más santos, expresado en vigilancia diaria y en el esfuerzo por asimilar más del carácter divino, nos modelará y formará de nuevo, hasta que despertemos a Su semejanza".Ciencia y Salud, pág. 4. Mientras más renozcamos el modelo o carácter divino, más fácil será descubrir cuál es el modelo de vida que no es correcto.
Al identificarnos como hijos de Dios, como lo mostró Cristo jesús, reconocemos que somos espiritualmente perfectos, nos ponemos bajo Su voluntad, la cual ha hecho una obra inmejorable y perfecta, y comprendemos que no necesitamos manipular el cuerpo físico para lograr la perfección.
La perfección no es algo físico, sólo lo espiritual puede ser perfecto y es lo único que no tiene falla alguna.
Recuerdo que cada vez que tenía un hijo (tengo cuatro), engordaba mucho. Mis familiares y amigas me recomendaban todo tipo de dietas (del agua, de la luna, etc.), y yo nunca las seguía. Al recurrir a Dios en oración para encontrar una respuesta, aprendí que debía ser más sabia y que debía dominarme, especialmente en lo que se refería a mi temperamento, no sólo a la comida. Fue muy útil lo que dice Cristo Jesús: "No lo que entra en la boca contamina al hombre... Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre". Mateo 15:11, 18. Jesús quitó todo poder a la comida. La oración finalmente dio sus resultados, porque poco a poco fui bajando de peso, y además me volví más paciente, misericordiosa y amable.
A medida que vamos conociendo la verdad sobre nuestro carácter divino, la comida va perdiendo su control sobre nosotros. Cristo Jesús definió muy bien nuestro carácter, a semejanza de Dios, cuando dijo: "No puedo yo hacer nada por mí mismo". Juan 5:30. Cuando aplicamos esto a nosotros mismos vemos lo vano que es tratar de tener un cuerpo perfecto con el solo fin de responder a los caprichos de la moda. Ya somos espiritualmente perfectos como nuestro Padre es perfecto.
Nuestra verdadera identidad no es física. Esta identidad, o cuerpo, es de Cristo, como dice en Colosenses, y no depende de la comida ni de ejercicios para estar bien o mal. Si el cuerpo es de Cristo, es espiritual, formado por la infinitud de cualidades que provienen de Dios, entre las que se hallan el dominio y la sabiduría. Así que, el hombre, nuestra verdadera naturaleza, ya está manifestando el verdadero "carácter divino", y tiene dominio sobre el cuerpo y la comida. Todos podemos ejercer este dominio otorgado por Dios, y a medida que comprendamos mejor esto, las comidas no podrán causarnos daño alguno, y podremos tener vislumbres más claras de la verdadera identidad que nos corresponde como hijos de Dios.
