HACE ALGÚN TIEMPO inesperadamente me desmayé. Me sentía algo extraña cuando recuperé el conocimiento, de manera que pensé que sería sabio tomarme un día libre en la escuela donde enseñaba. La directora de la escuela pensó que eso no era lo más indicado. Nos encontrábamos en África, donde infinidad de enfermedades hacen que la gente sienta mucho temor. Ella pensó que debido a que soy Científica Cristiana no trataría el problema adecuadamente, pues ella pensaba que el mío podría ser un caso serio. Pidió un auto y me llevaron a un médico, quien después de hacerme varios análisis, me dijo que tenía el peor caso de hepatitis. Yo no sentí ningún temor, pero mis colegas se preocuparon mucho, pues una persona no había podido trabajar por un año, después de haber tenido siete meses de licencia por esta enfermedad; otra había estado ausente de la escuela quince meses, antes que su familia llegara y la llevara fuera del país.
El médico me dio un certificado de licencia médica por cuatro meses y me ordenó reposo absoluto. No debía tomar medicamento alguno. No me sentía particularmente enferma, sino muy extraña y mi piel había tomado un color amarillo intenso. Le pregunté al médico cómo sabríamos cuándo podría enseñar nuevamente. Me dijo que podría hacerlo cuando el análisis indicara que la sangre estaba limpia. Le pedí una prescripción para hacerme el análisis en el laboratorio, y sonriendo me la dio con fecha de cuatro meses por delante.
Me comuniqué con una practicista de la Christian Science para solicitar tratamiento. El amor y la enérgica manera de expresarse de la practicista, disipó mi creciente preocupación sobre esta situación. Con la ayuda de la oración de la practicista, pude levantarme, darme una ducha y vestirme todos los días. La directora de la escuela me había dicho que me visitaría de vez en cuando, e insistió que debía guardar reposo y estar en cama cuando ella llegara. Felizmente las visitas ocurrieron de forma tal que pude satisfacer ese requisito.
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