Tener La Humildad de orar por el alimento, disipa las opiniones tan establecidas sobre lo que debemos pesar, y ayuda a calmar los temores que podamos tener sobre la comida. Así como ansiamos comprender que Dios es la fuente que satisface todas nuestras necesidades (de albergue, empleo, familia), también podemos aceptar el hecho de que Dios guía a todos sus hijos e hijas de una manera simple que satisface y elimina las preocupaciones acerca de la comida.
Hay dos ejemplos en la Biblia que me han sido muy útiles, el maná que Dios proveyó a los hijos de Israel, Éxodo 16:1-31. y la habilidad de Jesús para multiplicar unos pocos panes y peces y alimentar así a varios miles de personas. Marcos 8:1-9.
Ambos ejemplos hablan de individuos que dejaron de lado sus conceptos de cómo debían conseguir el alimento, y admitieron con humildad que era el poder de Dios el que los sostenía. Esas experiencias de provisión pueden parecer excepciones en medio de circunstancias difíciles, pero no lo son.
La abundancia que uno encuentra hoy en los almacenes, al igual que la multitud de teorías acerca de la nutrición y la salud que constantemente escuchamos, puede que resten importancia a esas demostraciones de provisión. Y son justamente esos elementos materiales los que nos impiden comprender la base espiritual sobre la que Dios sostiene a toda Su creación. La totalidad de la creación de Dios es confirmada en el libro de Eclesiastés: "He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres". Eclesiastés 3:14.
El concepto humano de vida cambia sin cesar porque dirige el pensamiento hacia el cuerpo humano. Por ello parecemos oscilar entre el calor y el frío, estar despiertos o dormidos, con hambre o satisfechos. Sin embargo, el sentido espiritual de la vida en Dios nos dice que a pesar de esa evidencia material, estamos permanentemente rodeados de paz, comodidad y satisfacción. Así es que cuando oramos desde esta perspectiva sobre lo que debemos comer, a qué hora debemos acostarnos, o en qué actividades participar, estamos verdaderamente orando para honrar la totalidad de la provisión que Dios tiene para el hombre. Esta compleción se manifiesta en una vida equilibrada y ordenada en la que cada vez nos impresiona menos el modelo bioquímico de la existencia y su necesidad de reabastecer los elementos nutritivos del cuerpo. Más bien comemos porque, como lo muestra la Biblia varias veces, es otra demostración de que Dios actúa en nuestra vida.
Puesto que el hombre es el hijo bienamado de Dios, podemos sentarnos a la mesa satisfechos, obedientes y receptivos al cuidado de Dios. Y levantarnos de la mesa tranquilos, sin ansiedad y preparados para hacer lo que Él nos indique.
