Cuando Vamos de compras, cualquiera sea el medio de transporte que utilicemos, es probable que lleguemos al lugar sin equivocar el camino, que paguemos las compras y regresemos a casa sin problema. ¿Qué es lo que hace que hagamos todo esto sin incidentes? Es el orden de nuestros pensamientos.
La mayoría de la gente probablemente piense que el cerebro mantuvo ordenada la secuencia de estas acciones. Otros quizá piensen que este orden se origina en la mente humana.
Pero, ¿qué ocurriría si los pensamientos de la mente humana no estuvieran ordenados sistemáticamente? ¿Qué tal si no pudiéramos encontrar las llaves del auto, o si no previéramos que vamos a necesitar dinero para pagar las compras? En el ejemplo anterior, una mente humana quizá sintiera temor hasta de salir de su casa; otra pudiera estar confundida por no saber cómo llegar a la tienda. Cuando un individuo presenta un determinado nivel de confusión en el pensamiento, la sociedad lo considera demente o enfermo mental.
Ciencia y Salud hace frente a esta situación de desequilibrio y nos ayuda a comprender que todo malestar humano tiene su origen en la mente o creencia mortal. Se puede decir que cuando nuestros pensamientos están "desarreglados", hay falta de armonía. Mary Baker Eddy escribe: "Desorden, o desarreglo, es una palabra que comunica la verdadera definición de toda creencia humana en mala salud, o armonía perturbada".Ciencia y Salud, pág. 421.
Según los sentidos materiales, pareciera que lo que perturba la armonía de la vida son los accidentes, la enfermedad o el mal funcionamiento de los órganos, las influencias genéticas y muchas otras causas; la lista es bastante larga. Pero todo podría resumirse a que toda desarmonía surge cuando los pensamientos no están ordenados correctamente o no están alineados con Dios, la Verdad divina.
Pero, ¿podemos corregir esta condición simplemente manteniendo la mente humana bajo control? Y si así fuera, ¿cómo mantendríamos nuestros pensamientos libres de temor, en paz, tranquilos, organizados y equilibrados? Para lograr esto, algunos optan por la fuerza de voluntad, otros prueban medicamentos, y otros se hacen terapia con un sicólogo.
Pero hay una mejor manera de lograrlo, una que tiene una profunda base científica y es cristiana: la Christian Science. Esta demuestra que la desarmonía, en cualquier forma que se presente, puede ser eliminada por medios espirituales, inspirados por Dios, para mantener el pensamiento ordenado.
Jeremías señaló esta solución espiritual cuando escribió: "Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis". Jeremías 29:11. Y mediante la comprensión de la bondad perfecta y ordenada que Dios le da al hombre, Cristo Jesús sanó una gran variedad de males, y restauró la armonía en los casos en que el pensamiento se hallaba perturbado. Con la autoridad del Cristo, Jesús tomó el pensamiento individual, y lo alineó con el amor y el cuidado de Dios; apartándolo de la mentalidad finita, que incluye temor y pecado.
¿Qué sucede cuando, mediante la oración, empezamos a acercarnos a Dios? En nuestra conciencia percibimos cada vez más los pensamientos que proceden de Él. Y éstos tienen la permanencia del gozo, la paz y la pureza espiritual. Mary Baker Eddy dice que tales pensamientos son "ángeles", y se refiere a ellos como: "Pensamientos de Dios que vienen al hombre..."Ciencia y Salud, pág. 581. Al reconocer más de la presencia de Dios, somos liberados de los elementos inarmónicos de la mente humana, que tan a menudo alteran la conciencia.
De hecho, al comprender más a Dios, paulatinamente nos liberamos de los medios por los que la mente humana parece distorsionar y desordenar nuestros pensamientos. Por ejemplo, cuanto más valoramos el hecho de que Dios es Mente, nuestros pensamientos se vuelven más inteligentes y sensatos. Esto aporta inspiración y discernimiento a la manera de ver las cosas. El amar a Dios como Principio divino realmente coloca nuestros pensamientos en el contexto, el orden, la integridad y la certeza de la ley divina. El regocijarse porque Dios es Alma pura, ordena armoniosa y apaciblemente el pensamiento. El Alma embarga nuestra conciencia de alegría, de inocencia y nos permite percibir el cielo. El Alma es también la fuente de toda inspiración genuina, espontaneidad e intuición espiritual. La inspiración es en verdad la evidencia del orden divino, que ilumina nuestro pensamiento.
Veamos un ejemplo específico. Supongamos que no nos llevamos bien con alguien en la escuela, el trabajo, el hogar o la iglesia. Tal vez pensemos que nos molesta la actitud brusca de esa persona, o una gran injusticia que ha cometido, o que no aprecia todo lo que hemos hecho. Podría parecer lógico que la solución dependiera principalmente de un cambio de actitud en la otra persona; pero si nuestros pensamientos están ordenados, se percibirá más fácilmente la mejor solución. Es fácil pensar que la culpa es del otro; y aunque la hostilidad dirigida hacia Jesús no era culpa del Maestro, él pudo enfrentar la injusticia, al permitir que Dios ordenara sus pensamientos. Jesús estaba inspirado por la Verdad y el Amor divinos.
En vez de mantener una constante batalla mental, ¿qué tal si razonamos mediante la oración acerca de cómo Dios, el Amor divino, ordena nuestros pensamientos? El temor, la ira, la tendencia a reaccionar y a sentirse ofendido, en realidad son pensamientos muy desordenados, hasta caóticos, cuando son considerados desde el punto de vista inalterable del Amor perfecto. En cambio, el afecto espiritual, el perdón, la paciencia, la mansedumbre y la compasión, son cualidades divinas que propician un orden más natural y estable en la conciencia. De hecho, conforme nos desarrollemos espiritualmente empezarán a manifestarse maravillas en nuestra vida. Sentiremos la acción regeneradora y renovadora del Cristo.
Todos podemos percibir los pensamientos de Dios.
Esa transformación o espiritualización del pensamiento puede ayudar a liberarnos de la enfermedad, de conflictos y odios. Además, comienza a suceder algo aun más importante y de mayor alcance. Cuando nuestros pensamientos expresan en mayor medida este orden divino, comenzamos a reconocer que la armonía, la paz, la inteligencia y otras cualidades divinas, realmente constituyen la sustancia de nuestra genuina identidad, y de nuestra verdadera conciencia. Y avanzamos en la comprensión de que el hombre es verdaderamente espiritual como Dios, el Espíritu; que no es como la materia, la cual es mortal, vulnerable y mala.
Para la mayoría de las personas, lo normal parece ser una vida equilibrada, y no una llena de agitación. Pero, si dependemos de un órgano llamado cerebro, o de una mentalidad llamada mente humana, para producir y mantener nuestros pensamientos armoniosamente ordenados, nos estamos perdiendo de lo que es la realidad. El plan de Dios para Su creación es infinitamente más que una simple norma para el pensar y actuar humanos.
En la medida en que cultivemos el amor al orden que Dios da a nuestros pensamientos, estaremos inspirados para poder ver más de la realidad: la eterna presencia de la perfección divina, que todo lo abarca. Y en un sentido muy práctico, esto se traduce en mayor salud y felicidad.
