EN LOS ÚLTIMOS AÑOS que estuve en la escuela secundaria superior empecé a verme y sentirme gorda. El peso, el alimento, las dietas, los programas de ejercicio y el conteo de calorías, eran temas muy populares: y yo solía hacer lo que me aconsejaban los demás porque no sabía lo que realmente quería ser o hacer.
Cuando recuerdo todas las conversaciones que tuve en ese entonces sobre el cuerpo y las dietas, me doy cuenta de que eso era lo que pesaba mucho en mi pensamiento, y me hacía sentir gorda y aunque perdía peso con algunas dietas, los kilos siempre regresaban. "Bueno", pensé, "algún día encontraré la dieta perfecta para mí"; pero nunca la encontré.
Al asistir a la universidad, el peso seguía siendo importante para mí. En lugar de hacer dieta, me sugirieron un programa de ejercicios intensivos. Después me vino la idea de evitar una comida al día, y fui tan ignorante que decidí hacerlo. Esto funcionó: perdí peso tan rápidamente que daba miedo. Tenía lo que se llama mucha fuerza de voluntad. No fue gran cosa evitar una comida al día, pero me puse muy débil. Poner fuerza de voluntad era una treta del pensamiento mortal, que trataba de engañarme prometiéndome belleza.
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