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Es con profunda gratitud que comparto...

Del número de mayo de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es con profunda gratitud que comparto este testimonio, para que los lectores sepan que hasta una persona nueva en la Christian Science puede experimentar su notable efecto sanador.

En 1994 comencé a tener desacuerdos con el director de mi instituto y como resultado de ello caí en un estado de angustia y confusión mental. Poco tiempo después me diagnosticaron presión arterial alta. En enero de 1995, un amigo me habló de la Christian Science y empecé a concurrir a los servicios de la iglesia. Para mi gran sorpresa, en muy poco tiempo el estudio de esta religión práctica me abrió un mundo nuevo. Me tomé su estudio muy en serio y comencé a leer la lección bíblica en forma regular.

En mi interior creció la convicción de que no necesitaba ningún método material para la curación. Debido a que empecé a confiar únicamente en la Christian Science, pedí ayuda a una practicista, quien tuvo mucho gusto en orar por mí y me ayudó a comprender que mi verdadera identidad como la idea de Dios, es puramente espiritual y no depende de elementos materiales para conservar la salud, tales como sangre y huesos. Comencé a ver que la integridad del pensamiento constituye la verdadera salud. También oré específicamente con estas líneas de Ciencia y Salud: "La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana obra como un alterante, neutralizando el error con la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa humores, disuelve tumores, relaja músculos rígidos y restaura la salud a huesos cariados. El efecto de esa Ciencia es incitar a la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda dar lugar a la armonía de la Mente divina" (pág 162).

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