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Visión espiritual: el camino hacia la libertad

Del número de mayo de 1999 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ha Estado Alguna Vez atrapado en una situación que parecía sin salida, sintiéndose aprisionado por insalvables barreras de relaciones y responsabilidades personales?

Los israelitas, que fueron esclavos en Egipto por muchos años, debieron haberse sentido atrapados sin esperanza alguna. Pero había un camino hacia la libertad, y sólo requirió de un hombre con visión espiritual para hallarlo. Moisés amaba profundamente a su gente. Escuchando y obedeciendo pacientemente a Dios encontró la manera de liberar a su pueblo de la esclavitud. Él miraba más allá y por encima del panorama desalentador que presentaba la situación humana: escuchaba a Dios. Y este mismo Dios lo protegió y guió paso a paso al conducir a los israelitas hacia la libertad, incluso al dividir las aguas del infranqueable Mar Rojo.

Fue también la visión espiritual la que trajo un bien ilimitado a la vida de Abram cuando al surgir las disputas entre sus pastores de ganado y los de su sobrino Lot, ambos decidieron dividirse las tierras y separarse. Abram le dio a elegir a Lot primero. Dios le dijo luego a Abram: "Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre". Génesis 13:14, 15.

Cuando Dios le ordenó alzar sus ojos, ¿no estaba acaso guiando a Abram a cambiar su punto de vista por una visión espiritual ilimitada del bien? Toda la tierra –todo el bien — que Abram pudo vislumbrar, fueron suyos. Y esa tierra resultó ser muy superior a la que había elegido Lot.

La libertad es la ley de Dios. El sufrimiento y la esclavitud no son la voluntad de Dios. A medida que dejamos de creer que una persona o situación puede restringirnos o esclavizarnos, y abrimos nuestro corazón y mente para ver espiritualmente los recursos infinitos que Dios nos ha proporcionado, obtenemos nuestra libertad. Progresamos conforme al desarrollo de nuestra visión espiritual, conforme a qué tan lejos podemos "mirar".

Dios nos da la inspiración necesaria para discernir la verdad sobre toda situación dolorosa o desdichada en la que nos hallemos nosotros o los demás. Visualizar algo es hacer que ese algo "se haga visible". Pero necesitamos dejar de mirar el cuadro exterior y mirar la verdad acerca de una situación, tal como Jesús lo hacía. Él sabía que la creación de Dios es espiritual y totalmente armoniosa, buena y santa, y debido a que ésta es la única creación que existe, esta armonía debe estar presente allí mismo donde las dificultades parecen estar. Por medio de la visión espiritual de Jesús la armonía se hacía visible y tangible, y se producía la curación.

En una oportunidad pasé por mi propia experiencia del Mar Rojo. Cuando estábamos recién casados, mi esposo consiguió un puesto en un pueblito rural que quedaba en otro estado, muy lejos de todo y de todos los que yo conocía y quería.

Me había criado en una ciudad y recién había egresado de la Escuela Dominical. Me resultó muy difícil establecerme y encontrar mi lugar en este pueblo tan pequeño y alejado. La gente allí parecía vivir en la Edad Media en cuanto a su conocimiento de las cosas, incluso la curación espiritual. La Christian Science en esa comunidad era mal entendida y mal juzgada. Había una Sociedad de la Christian Science situada en lo alto de un negocio de baratijas, subiendo una empinada escalera, en una pequeña habitación con sólo una lamparita de luz que colgaba del techo sobre el púlpito de los Lectores. Poco después de mudarnos, una señora comentó en el pueblo: "¡No me digan que ella va a esa iglesia!"

En esa Sociedad trabajé con todo mi corazón, realizando todo tipo de tareas: desde portera y pintora hasta Primera Lectora, solista, maestra de la Escuela Dominical, y lo que se les ocurra pensar. En realidad, considero que esta pequeña Sociedad me salvó. Fortaleció mi fe en Dios y puso a prueba mi consagración a Él.

Aun entre los miembros parecía haber una batalla constante contra cada paso de progreso. Trabajaba largas horas para preparar reuniones a las que ni un solo miembro asistía. Derramé lágrimas de desaliento, pero el Amor divino siempre salió victorioso, y finalmente el progreso se hizo evidente. Por primera vez en nueve años la Sociedad dio una conferencia de la Christian Science, y el público desbordó la iglesia más grande del pueblo. Vi crecer la Sociedad en forma firme y continua hasta que sus miembros tuvieron una linda parcela de tierra y un proyecto para construir un edificio.

Aun así, todavía me era muy difícil sentirme feliz en ese lugar, y sentía que jamás iba a poder escaparme. Estaba criando a mis dos hijos y resultaba bastante alejado de todo lo que hubiera deseado para ellos. Los largos y fríos inviernos tampoco ayudaban. Pero mi esposo estaba firmemente establecido como gerente del negocio de la familia, y además vivíamos en una casa que pertenecía a su familia la cual vivía al lado nuestro. Parecía imposible liberarse de tantos lazos y compromisos.

Después de estar allí diez años, fui de visita a la ciudad donde había crecido. Me pareció maravilloso estar de vuelta "en casa"! La noche antes de regresar me volví anhelante a Dios. Apenas podía soportar la idea de tener que volver al pueblito. Recordé una estrofa de un himno que quiero mucho:

Mi esperanza de triunfar
en Tu mano, Dios, está,
pues me entrego a Tu saber
y Tu voluntad haré.Himnario de la Ciencia Cristiana, N0 46.

Ya había aprendido que imponiendo nuestros deseos no llegamos a un final feliz, como sucede cuando cedemos a la voluntad de Dios; y sabía que la voluntad de Dios para Sus hijos era siempre el máximo bien. Así que oré, poniendo mi situación en las manos de Dios, buscando Su dirección.

Vino a mi pensamiento un mensaje angelical: ¿Por qué piensas que volver y quedarte en ese pueblo por el resto de tu vida? Y razoné: Sí, ¿por qué? ¿Es porque pienso que el único trabajo en el mundo que mi marido puede llegar a tener es el que tiene en la actualidad? ¿Acaso estoy obligada a quedarme en ese lugar porque no puedo ver más allá de la escena humana? ¿Temo no poder sobrevivir si no complazco a los parientes y dejo la casa y el negocio?

De pronto me di cuenta de que, como Abram, debía alzar mis ojos, mi visión espiritual, y "mirar desde el lugar" donde estaba y ver que Dios podía e iba a proveer todo el bien a mis seres queridos, a mí y a todos.

La verdad es que el hogar es un estado de consciencia espiritual y no un lugar material. El hogar es estar conscientes de que habitamos en Dios, el Amor divino. La belleza, la plenitud, el confort y la alegría que normalmente asociamos con el hogar son cualidades espirituales que nos pertenecen por ser hijos de Dios, cualidades que pueden ser expresadas donde quiera que vayamos.

Con renovada inspiración vi que debía ir hacia adelante con fe en la guía y la provisión del Amor divino, confiando en mi visión espiritual. Me sentí muy feliz y llena de expectativa. ¡Sabía que tenía la libertad de irme! No sabía entonces cómo ni cuándo, pero supe que era libre. Este mensaje de Ciencia y Salud me alentó: "Si trabajáis y oráis con móviles sinceros, vuestro Padre os abrirá el camino".Ciencia y Salud, pág. 326.

Cuando volví le dije muy entusiasmada a mi marido que debíamos ir en busca de verdes prados y nuevas aventuras. Resultó ser que se puso tan contento como yo con la idea. En un mes ya habíamos empacado y estábamos de camino hacia otro estado, donde encontramos una casa hermosa y una nueva vida. Mi esposo fue designado representante de ventas del negocio familiar en esta nueva localidad. Tuvimos que enfrentar desafíos, por supuesto, pero fue alentador sentirnos liberados de la creencia de que debíamos estar por siempre sujetos a las circunstancias materiales. Siempre está presente aquel llamado que Dios hizo a Moisés frente a una situación aparentemente sin salida, o Mar Rojo: "Di a los hijos de Israel que marchen". Éxodo 14:15.

Ciertamente esto está dirigido a cada uno de nosotros. Nos dice que no debemos permanecer inertes o darnos por vencidos, sino que debemos avanzar y saber que Dios estará allí donde quiera que vayamos. Claro está que el progreso no siempre supone un cambio de localidad, como sucedió en mi caso; pero sí requiere un cambio, una visión más espiritual. Implica tener valor y confianza en Su omnipotencia. ¿A quién se le hubiera ocurrido jamás imaginar la solución que Dios presentó en el Mar Rojo? ¿Y quién puede jamás delinear lo que Dios tiene para nosotros? ¡"Alza ahora tus ojos"!

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