Amigos. ¿Acaso piensas que necesitas mejores amigos que sean más sinceros y leales contigo? Cuando estaba en primer año de secundaria, así me sentía yo. Realmente no sabía cómo tratar a los chicos de la escuela que a veces eran crueles, ni cómo hacer nuevas amistades que valieran la pena. Ni siquiera me gustaba ir a la escuela porque sabía que no era popular.
Estaba muy desesperada, entonces recurrí a Dios en busca de dirección. Le pregunté qué necesitaba saber y hacer para que mi situación mejorara. Como resultado de esa oración, sentí que necesitaba un "retoque espiritual", debía comprender mejor a Dios y mi relación con Él. Para lograrlo estudié la Biblia y Ciencia y Salud. Asistía a las clases de la Escuela Dominical todas las semanas y hacía muchas preguntas. Quería saber cómo lograr que mi pensamiento y mis acciones estuvieran de acuerdo con el grandioso poder de Dios y su bondad, y ser así bendecida.
La primera cosa útil que aprendí fue que, pase lo que pase, Dios, el Amor, es siempre mi amigo. Vean que grandiosa promesa encontré en la Biblia: "No temas, porque yo estoy contigo. No desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia". Isaías 41:10. Éste es el amigo perfecto.
Luego, comprendí que como Dios es mi creador, me ha dado (a mí y a todos) la habilidad de expresar Sus cualidades y atributos. Dios no sólo nos ha creado a todos con esta habilidad, sino que permanece con nosotros y nos gobierna para que podamos poner este maravilloso poder en práctica. Aprendí que podía sentir el poder de Dios en mi vida y responder a él expresando el amor que Él siente por todos, mis amigos y yo. Esto traería más armonía a mi vida. Cristo Jesús nos dijo qué hacer cuando nos mandó: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Mateo 22:39.
Pero ¿cómo podemos amar a nuestro prójimo cuando sólo se preocupa por ser recool y es malo con los chicos que no son populares? ¿Cómo respondes si no formas parte de su grupo? ¿Cómo puedes quererte a ti misma, si parece que nadie más te quiere? Me cuestionaba todo esto.
Mis maestros de la Escuela Dominical me explicaron que siempre podemos querer a los demás y a nosotros mismos de una manera pura y espiritual. No tenemos que amar las faltas o acciones malvadas, sino que debemos echarlas a un lado y amar al individuo en sí. Lo podemos hacer porque tenemos la capacidad de percibir y amar el bien, las cualidades divinas que cada persona expresa. Todos tenemos buenas cualidades porque Dios se las otorga a cada uno de Sus hijos. Debemos buscar al hombre que Dios crea sin excepción, y entonces amar a ese hombre espiritual. Cristo Jesús así lo hizo. Amaba a sus enemigos y nos dijo que debíamos hacer lo mismo.
Una vez que decidí cambiar mi actitud hacia mis compañeros, me resultó más fácil querer y tener confianza en los demás. No sentí la necesidad de criticar ni andar con chismes, ni de perseguir muchachos ni de tratar de impresionar a las otras chicas. Dejé de pensar que nadie me podía querer. Me identifiqué como la creación perfecta de Dios, que amaba, podía ser amada y expresaba amor. Vi que podía manifestar afecto a mis amigos de la escuela haciendo lo mejor por expresar a Dios. Me concentré en hacer esto en lugar de sentir lástima de mí misma. Trabajé para encontrar por lo menos una buena cualidad (una cualidad divina) en cada persona que conocía, y apreciar eso. Y me impuse la regla de no hablar de la gente a sus espaldas, aun cuando ellas me hubieran criticado o tratado mal.
Tuve que ser muy persistente. Aprendí a no preocuparme por lo que los otros pensaban de mí, sino a preocuparme para que mis propios pensamientos y acciones agradaran a Dios. Me esforcé por expresar la bondad de Dios y ser buena y útil siempre que podía, y tratar de buscar el bien en otros aún cuando no fuera fácil. Muy pronto hice nuevos amigos. Mis nuevos amigos por lo general no eran los chicos más populares de la escuela, pero me divertía mucho cuando estaba con ellos. Pronto me sentí otra vez contenta con los amigos y la escuela.
Después de un año de amar a mi prójimo y a mí misma (como dije, tuve que ser muy persistente), me eligieron miembro del consejo estudiantil. En ese momento me di cuenta de que algo había cambiado. Según parece, muchos de mis compañeros no sólo me apreciaban, sino que consideraban que podía hacer algo bueno por nuestra escuela.
No me volví popular de la noche a la mañana, pero no me importó, porque no era mi meta. Mi nueva meta era expresar el amor que Dios nos tiene a todos. Durante todos los años que siguieron como estudiante en la secundaria y en la universidad, pude hacer amigos de una manera natural. En la universidad, las chicas que compartían mi cuarto me eligieron para recibir un premio porque consideraban que había sido la mejor amiga de todas.
¿Qué aprendí de esta experiencia? Aprendí que la gente responde con verdadera amistad cuando nos esforzamos sinceramente por reconocer el bien que Dios creó y está en ellos. Aprendí que había bondad en mí y que podía expresarla a los demás. Aprendí que Dios está siempre conmigo y es mi amigo, y me da pensamientos buenos y puros, me guía y me cuida. Y también aprendí que me puedo sentir contenta con la amistad que tengo con los demás, a través de la amistad que tengo con Dios.
