Te voy a hablar de mi amigo Tomás y de cómo lo amaba Dios y lo sanó cuando se sentía enfermo. Tomás era chiquito, pero no tanto porque su papá ya no lo podía alzar en brazos. Tenía que cargarlo en la espalda, ¡a babucha! ¿Te han llevado así alguna vez?
Tomás estaba de viaje con su mamá, papá, abuela y una muy buena amiga. Estaban visitando una ciudad que tenía muchas cosas interesantes que ver y hacer. Lo estaban pasando muy bien, excepto por un día. Iban a salir a almorzar a un lugar muy elegante. Tomás no quería caminar y le pidió a su papá que lo cargara. Su mamá dijo que Tomás no había desayunado y que no podía mantener nada en el estómago. Su papá lo levantó suavemente y lo cargó sobre su espalda.
Todos querían que Tomás estuviera feliz, que se sintiera bien y disfrutara de la comida. Los padres de Tomás, su abuela y su amiga iban orando mientras caminaban y le hablaron del cuidado y del amor que Dios tiene por los niños pequeños, y del hecho de que Él los escucha y los ama. Tomás sabía que Dios es Amor y que Dios nos da Sus pensamientos. A veces llamamos a esta clase de pensamientos ángeles, porque son los que nos sanan y nos ayudan. Los pensamientos de Dios siempre son buenos.
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