¡Qué gusto nos da poder hablar otra vez con ustedes! En este último año muchos de ustedes se han dedicado a sus carreras y han alcanzado grandes logros. Otros acaban de entrar en la adolescencia, ese período en el que cada uno descubre su pleno potencial.
Están comenzando a influir el mundo de hoy y el de mañana. Un mundo que dentro de pocos años los jóvenes de hoy estarán gobernando. El bienestar de la humanidad estará entonces en sus manos. Su misión es, por ende, muy importante.
Mientras se preparan, trátense con mucho cariño. Dios sabe lo que vale cada uno de ustedes. Cualesquiera sean las circunstancias, Dios nunca deja de amarlos. Nada de lo que puedan estar haciendo, o hayan hecho, los hace indignos ante los ojos de Dios. Él los acepta, están en el lugar correcto, cada uno está siempre en la presencia de Dios. Él conoce todas las cosas buenas que son capaces de hacer. Él siempre está dondequiera que estén, ayudándolos a reconocer su propia dignidad y autoestima.
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