¿Quieres casarte conmigo?—me dijo Marcos un hermoso día de otoño.
—Sí —le dije, con cierta duda.
¿Por qué estaba dudando? Hacía casi tres años que salíamos. Parecía muy natural que nos casáramos. No obstante, con el tiempo comprendí que mis dudas no se debían a los nervios por el matrimonio únicamente. Yo cuestionaba si había hecho bien al aceptar el compromiso. De modo que me puse a escuchar lo que Dios me decía para ver si éste era el plan que Él tenía para mí.