A veces parece que los oídos de muchos jóvenes son algo diferentes de los de otros seres humanos. Por lo general llevan puesto algo redondo, casi siempre negro, de donde parte un cable delgado que baja y entra en la ropa por el cuello. Puesto que esa “cosa” está casi siempre allí, parece parte de la anatomía del oído. Pero no lo es. En realidad es sólo un auricular que se conecta a un aparato de música. Compañero inseparable, de todo momento.
Caminar con un “Walkman” escuchando música es genial. Pero también es “recool” que la gente escuche sus propios pensamientos. Y cuando lo hacen, escuchan cosas maravillosas. Puede que hasta escuchen a la inteligencia divina del universo, o sea, Dios. Puede que descubran que Él le habla a cada uno de Sus hijos, porque Dios es Mente, y nosotros somos la semejanza de esa Mente. Por eso siempre somos receptivos al bien, y pensamos con la Mente, en cada paso que damos.
Hoy en día, la información que recibimos se transmite a velocidades cada vez mayores. Cada minuto, surgen nuevas actividades que ocupan nuestro tiempo. Llegan tan rápido que nos resulta difícil estar al tanto de todo. Por un lado esto es bueno, porque ahora tenemos oportunidades con las cuales nunca habíamos soñado. También podemos hacer cosas en menos tiempo que antes.
Pero nuestra vida se enriquece sólo cuando sabemos cómo discernir los pensamientos que nos llegan. Pensar consiste realmente en filtrar pensamientos, reflexionar sobre lo que vemos, descubrir las ideas que están detrás de lo que se dice y hace. Pensar también quiere decir no actuar automáticamente, sino hacemos preguntas a nosotros mismos antes de hacer algo. Preguntas como: “¿Esto que estoy por hacer va a dañar a alguien? ¿Va a ayudar a alguien? ¿Está de acuerdo con la naturaleza de Dios, o no?”
La descubridora de la Christian Science, Mary Baker Eddy, nos dice lo que ocurre cuando hacemos cosas que están de acuerdo con la naturaleza de Dios. Ella escribe: “El efecto de esa Ciencia es incitar a la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda dar lugar a la armonía de la Mente divina”. Ciencia y Salud, pág. 162.
No somos espectadores pasivos, como si estuviéramos viendo un programa de televisión donde resulta imposible intervenir. Con nuestros pensamientos, somos participantes activos en el mundo que nos rodea. Tal vez haya gente que prefiere no pensar, porque sus pensamientos terminan centrándose en el temor y en la ansiedad. Pero no debemos apartarnos simplemente de los malos pensamientos. Sino que podemos tener presente que Dios es amor, Amor infinito. Él cuida de cada uno de nosotros. Nos guía, nos protege, Y pensar en Dios de este modo, es orar.
En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy nos da muchas razones para no huir de nuestros pensamientos. Dice lo siguiente: “La mente humana, imbuida de esa comprensión espiritual, se vuelve más elástica, es capaz de mayor resistencia, se libera en cierto grado de sí misma y necesita de menos reposo. Un conocimiento de la Ciencia del ser desarrolla las habilidades y posibilidades latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento, dando a los mortales acceso a regiones más amplias y más altas. Eleva al pensador a su ambiente natural de discernimiento y perspicacia”. lbid., pág. 128.
¡Qué lista de ventajas! El acto de pensar y reflexionar, amplía nuestra esfera de acción. Nos permite expresar la individualidad que Dios nos ha dado. Esta individualidad es inspirada por nuevas ideas. Es receptiva a todo lo que es bueno y es una ayuda para el mundo.
Puesto que ésta es nuestra verdadera individualidad, nos gusta pensar. Así, descubrimos muchas cosas en qué pensar, aún mientras escuchamos música en nuestros momentos libres. : )
Nombre omitido a pedido del autor