Yo tuve muchos problemas con mis compañeros de la escuela. En un momento eran mis mejores amigos; al siguiente, actuaban como si yo fuera su peor enemigo. Durante unos meses se propusieron hacerme la vida imposible.
Durante esa época, oré por lo que estaba ocurriendo. Yo sabía que Dios cuidaba de mí. Me estaba protegiendo de todo mal. Pero aun así, no me sentía bien.
Un día, estaba conversando con mi mamá sobre el problema, y ella me dio una buena idea. Me dijo que en lugar de orar sólo para ser más feliz, ¿por qué no oraba por mis amigos? Cuando la gente no se trata con bondad, es porque hay mucha confusión en su pensamiento, porque no se sienten felices. De pronto me di cuenta de que mis oraciones podían ayudar a mis amigos a dejar de pensar de esa forma, a dejar de ser infelices. Esto me hizo sentir mejor. Podía orar por mí misma, y podía orar para ayudar a los demás. Comencé de inmediato a hacerlo.
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