El año pasado tuve que dar el examen de ingreso a la universidad. Salí de casa a las 10 de la mañana, y esperé a que llegara el jeef [transporte público]. A las 12:30, todavía seguía esperando. Tuve miedo y me sentí impotente. La universidad quedaba bastante lejos, y todavía tenía que tomar otro jeef para llegar. Comencé a pensar que iba a llegar tan tarde que no podría dar el examen.
Entonces decidí que era hora de poner en práctica lo que había aprendido de Dios, y me puse a orar. Me quedé tranquila. Tuve presente que Dios provee todo lo necesario a todos Sus hijos. Muy poco después llegó el transporte que esperaba.
Cuando llegué a la universidad era tarde, pero igual fui a donde tomaban el examen. Cuando le pregunté al superintendente si podía entrar, me dijo que podía entrar con el grupo siguiente. Me sentí tan contenta. ¡Di el examen y aprobé! Ahora estoy aprovechando al máximo la oportunidad que tengo de estudiar en esta escuela.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!