Cuando estaba en el primer año de la facultad, en el curso de cinematografía, unos estudiantes de último año estaban produciendo un cortometraje, y yo me ofrecí para ser parte del equipo. Era la primera película en que participaba. Uno de los estudiantes más adelantados, un muchacho muy agradable, me enseñó a hacer el trabajo. A veces trabajábamos juntos, y yo tenía la impresión de que era gay.
Estábamos filmando en una pequeña ciudad del interior y nos alojábamos en un hotel. Una noche, ese muchacho me llamó para hablar conmigo. No sé por qué, pero pensé que se iba a echar un lance conmigo. Así que de inmediato recurrí a Dios con todo mi corazón en busca de ayuda y guía.
Cuando nos pusimos a hablar me dijo directamente que era homosexual y que quería tener relaciones sexuales conmigo. Me dejó estupefacto. Mi primer impulso fue ser agresivo, insultarlo y salir de ahí. Pero rechacé ese impulso. Seguí la inspiración divina de ser paciente y amable con él. Con mucha calma rehusé su invitación y simplemente le dije que no quería tener relaciones sexuales con un hombre.
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