Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

“Había hecho un mapa astrológico de mi personalidad”

Del número de noviembre de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El año pasado acepté un puesto como profesora adjunta en una universidad de Nueva York. Enseñaba dos cursos de redacción por las mañanas y hacía trabajos de oficina entre las clases. Por lo menos seis instructores compartían las oficinas del departamento. Yo compartía la mía con un colega y nuestros horarios coincidían. Era un instructor nuevo que daba clases, mientras terminaba su carrera.

En aquella época, no me sentía preparada para ser profesora. Tenía, y sigo teniendo, casi la misma edad que mis alumnos. Yo bromeaba con mis amigos diciéndoles que la verdad es que nunca había enseñado más que natación a chicos de doce años.

Oraba todos los días, tratando de comprender que Dios es la fuente de mi inteligencia. También trataba de comprender que mis alumnos, como hijos de Dios, tienen acceso a toda la creatividad y comprensión de esta inteligencia universal. Asimismo recurría a Dios en busca de inspiración y guía para preparar las lecciones, para poner las calificaciones y para mantenerme serena en la clase.

A menudo, cuando surgía un problema en la clase, le pedía a mi colega que me diera su opinión. Parecía que nos estábamos haciendo amigos, aunque a veces teníamos profundas divergencias sobre la forma de encarar la enseñanza. A medida que nuestra amistad fue creciendo, los conflictos se volvieron más frecuentes. Noté que cuando estaba con él, yo volvía a los patrones de conducta que creía haber superado, como la tendencia a estar de mal humor o de perder la calma con facilidad.

En la víspera del último día de clase, pensé: “Estoy segura de que mañana vamos a tener otra pelea”. Pero casi de inmediato, tuve esta idea: “No puedo saber nada, excepto que Dios me ama”. Lo que yo tenía que hacer era reconocer que Dios dirigiría mis acciones, y esto traería curación a la situación. Esta idea era clara y me tranquilizó. Entonces me dormí en paz.

Al día siguiente, después de clase, mi colega cerró la puerta de la oficina y se sentó enfrente de mí. Me dijo que estudiaba astrología, y que cuando supo que iba a compartir la oficina conmigo, había hecho un mapa astrológico de mi personalidad. Dijo que según mi signo, yo era muy inteligente e inclinada a las artes, pero que “tenía extremos cambios de humor”. Su mapa astrológico le decía que mi personalidad era, inevitablemente, temperamental.

Mientras él hablaba, yo oraba. Me negué a aceptar que el signo astrológico pudiera obligarme a ser el tipo de persona que él describía. Yo sabía que mi identidad había sido creada y establecida por Dios, y era independiente de cualquier tipo de condiciones o expectativas materiales. Yo sabía que mi personalidad no estaba delineada por los astros.

En esos breves momentos, sentí que toda la tensión se disolvía como si se hubiera ido volando por la ventana. Antes, le había mencionado a él que yo era Científica Cristiana. Entonces le expliqué que no me era posible creer en la astrología, porque yo entendía que Dios es Todo. Le comenté algunas cosas sobre mi religión, y le di un ejemplar de The Christian Science Journal. Luego, salí de la oficina sintiendo que Dios había sanado el problema. Mi colega después me dijo que, después de leer el Journal, se sintió tan tranquilo, que decidió leer el ejemplar de Ciencia y Salud que yo también le había dado. Ahora recurre a Dios con frecuencia.

Lo ocurrido me hace comprender, una vez más, lo importante que es la oración. Y ayudó a mi amigo a redescubrir su relación con Dios.: )


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 2000

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.