Cuando tenía 15 ó 16 años, me hicieron un examen médico de rutina y descubrieron que tenía en el pulmón algo del tamaño de un puño. Me hicieron más exámenes y constataron que era cáncer.
Cuando los médicos se lo dijeron a mi madre, ella dijo con desesperación: —Sólo Dios nos puede ayudar.
Nosotros creíamos en Dios, pero no sabíamos mucho de Él. Mi madre había escuchado hablar de la Christian Science a uno de sus padres, y yo estuve de acuerdo en visitar a una practicista, más que nada debido a mi desesperación. No sabía qué otra cosa hacer.
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