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Sana una fractura de brazo

Del número de enero de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un Sábado por la tarde, hace muchos años, cuando ya terminaban las vacaciones de verano, nuestros hijos estaban nadando en la piscina. Nuestra hija mayor, Kay, que tendría unos ocho años, terminó de nadar y salió corriendo para recoger una toalla del tendedero. Mi esposo había estacionado un pequeño remolque debajo del tendedero para no ponerlo en la entrada de la casa. En lugar de recorrer la cuerda para poder alcanzar la toalla, Kay se subió por un lado del remolque. Pero perdió el equilibrio y se cayó pesadamente sobre los ladrillos que había abajo, golpéandose un brazo. Ella se levantó afligida porque no podía mover el brazo.

La pusimos lo más cómoda posible, y tratamos de comunicarnos con una practicista de la Christian Science, sin éxito. Entonces, decidimos llevarla a un hospital cercano. Allí le sacaron rayos X del brazo, y nos informaron que tenía el brazo quebrado en dos lugares, entre la muñeca y el codo. Nos dijeron que tendría que quedarse a pasar la noche porque por la mañana la operarían para colocarle un clavo de acero. El médico insistió mucho en que sin ese procedimiento el brazo no podría sanar debidamente. Ante la insistencia, sintiéndonos bastante incómodos con la decisión, dejamos a nuestra hija para que la prepararan para la operación a la mañana siguiente.

Después de irse a acostar, mi esposo de pronto se despertó, como si hubieran encendido una luz, y me dijo que estaba seguro de que Kay no debía estar en el hospital. Llamó al hospital, y les dijo que había decidido traer a su hija a casa sin que le hicieran la operación, y les pidió que alertaran a los médicos a cargo de su decisión.

Nuestra hija estuvo mucho más feliz cuando fue entregada a salvo al cuidado de su papá y transportada directamente a la casa de una practicista, donde la recibieron con mucho afecto y le dieron de inmediato tratamiento mediante la oración en la Christian Science. Nuestra hija visitó a la practicista todos los días para que le diera tratamiento, y al tercer día mi esposo compró un helado para Kay de camino a casa. Para su enorme alegría y gratitud, Kay no esperó a que le pasaran el helado, sino que estiró rápidamente el brazo lastimado y lo tomó sin sentir ninguna molestia.

A la semana siguiente comenzaron las clases y Kay pudo asistir y hacer todo lo que le pidieron sin ninguna restricción de movimiento. Fue una curación completa.

De más está decir, que todos nos alegramos muchísimo por esta maravillosa demostración de la perfección del hijo de Dios. Estoy muy agradecida por la Christian Science, por el dedicado trabajo de los practicistas, y por todo lo que esta Ciencia ha significado y significa para mi familia y para mí.



Me gustaría confirmar el testimonio de mi madre. Estoy agradecida por la curación que tuve en ese momento y porque es una demostración de la ley de Dios. Sé que la decisión de mis padres de sacarme del hospital y llevarme a casa fue la correcta y me sentí confiada en el cuidado de Dios. La curación fue rápida y completa y en toda mi vida no he tenido ningún tipo de restricción en el uso de mi brazo, y tampoco en mi trabajo como artesana.


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