Era Navidad. La noche estaba clara y el aire frío. Al mirar por la ventana para disfrutar de las tradicionales luces que adornaban las casas del vecindario, vi el aterrador resplandor de las llamas en la sala de la casa de enfrente. Mi esposo llamó al número de emergencias, en tanto que yo salí afuera para ver si había alguien en aquella casa.
Al llegar a la mitad de la calle, miré a través de la ventana de la sala y vi un resplandor, pero era el de las llamas que salían de los troncos que ardían en el hogar. También vi que mis vecinos estaban sentados tranquilamente a la mesa, disfrutando de la cena navideña. ¡Qué alivio sentí! Me reí para mis adentros, mientras le hacía señas a mi esposo para que colgara el teléfono.
Lo que había cambiado era, obviamente, mi perspectiva. Al acercarme a la casa de mi vecino, vi todo desde una perspectiva diferente, y con esa perspectiva correcta vino el alivio deseado. Esto es, en cierto sentido, lo que hace la Ciencia del Cristo.
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