Muchos de mis amigos fuman desde que tenían diez u once años. Y ahora, la marihuana es bastante común.
Un día, hace un año, salí temprano de la cafetería con unos amigos para encontrarme con otro amigo afuera de la escuela. Dos muchachos comenzaron a compartir una pitada y me ofrecieron una a mí. Vacilé. Nunca había tenido la oportunidad de probar marihuana, y todo lo que tenía que hacer era decir “sí”. Pero antes de que pudiera contestar, el otro muchacho le dijo con rudeza: “¡Déjala en paz!” Nunca me había visto fumar antes, ni siquiera un cigarrillo, de manera que debe de haber pensado que no sería bueno para mí. Entonces no acepté.
No hace mucho, hablé con otro amigo que me dijo que lo que más le gustaba era estar borracho, porque de esa forma podía abandonarse a sí mismo. Me dijo que lo llevaba a un estado de felicidad y bienestar. Me sugirió que algún día lo probara.
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