En Japón han habido casos de adolescentes que se han suicidado por sentirse acosados o discriminados por los demás. Me da tristeza cuando oigo esas noticias, y pienso que el acoso se puede prevenir, lo mismo que el suicidio.
Durante mi segundo año en el liceo, había una muchacha, llamémosla “Yuki”, que era rechazada por algunos estudiantes. Ella es japonesa pero la consideraban como “no nativa” porque había pasado la mayor parte de su infancia en Inglaterra. Tenía un excelente dominio del inglés y creo que los otros estudiantes se sentían algo celosos.
Yo no tenía mucha confianza con Yuki pero, de pronto, ella trató de ser mi amiga. Entonces algunas compañeras de clase me dijeron que Yuki era altanera y rencorosa y que no debía acercarme a ella. Pensaban, en cambio, que yo debía ser sólo amiga de ellas. Allí me di cuenta de que yo la evitaba porque parecía ser indiferente, y cuando hablaba con ella me sentía nerviosa e intentaba alejarme lo antes posible.
Le conté esto a mi madre y me dijo: “¿La conoces realmente a Yuki, o simplemente te estás dejando llevar por lo que las otras chicas dicen de ella?”
Me di cuenta de que, en verdad, no la conocía muy bien.
“¿Por qué no piensas que ella es hija de Dios y ves cuánto la ama?” — me dijo mi mamá.
Entonces me empeñé sinceramente en no juzgar a Yuki por su actitud o su personalidad. Decidí no prestar atención a los rumores porque no hacían justicia a su auténtico carácter.
La incomodidad que sentía cuando estaba con Yuki pronto desapareció y a diferencia de lo que las otras chicas me decían, descubrí que era muy dulce y honesta. Hablaba francamente sobre cualquier tema y comprendí que era esa franqueza la que le había causado esos problemas. Lo que ocurre es que, de acuerdo con la cultura japonesa, uno no va y le dice a la gente abiertamente lo que opina. Hay que tener más tacto y decir lo que se siente de una manera indirecta. Una vez que lo entendí pude ver lo simpática que era ella en realidad.
Con el tiempo, las otras chicas dejaron de acosarla. Más tarde, nuestras clases fueron reorganizadas y la trataron mejor.
Mi amistad con Yuki contribuyó a que mi experiencia en el liceo fuera mucho mejor. Aún hoy somos muy amigas. Hablamos por teléfono, nos escribimos y nos vemos tan a menudo como podemos.