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6 Teens cuentan sus curaciones espirituales

» Amy Recuperé mi alegría y mi peso

Del número de septiembre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace dos años me fui de viaje, mochila al hombro, con mi papá a California. Fue fantástico. Caminamos durante ocho días desde los lagos Mammoth hasta el Parque Nacional Yosemite. Cuando regresamos a casa me di cuenta de que había perdido una cantidad considerable de peso debido al ejercicio que había hecho. Soy una persona menuda y realmente no peso mucho. Pero me sentí contenta de haber adelgazado porque pensé que así estaría mejor preparada físicamente para practicar deportes. También pensé que me veía mucho mejor.

Un mes más tarde, cuando entré a décimo grado, todos notaron la diferencia. No obstante, en el transcurso del año comencé a sentirme muy infeliz. Pensaba que la escuela en la que estaba no era la apropiada para mí. Si bien me iba bien en los estudios, no me gustaba salir con mis amigos. Me parecía que eran superficiales y sólo andaban con chismes. A menudo regresaba a casa y lloraba cuando estaba con mi mamá.

Esa falta de felicidad realmente tuvo un efecto grande en mi cuerpo. Comencé a comer muy poco y perdí todavía más peso. Pensé que el estar delgada me traería felicidad y me ayudaría en la escuela. Pero no fue así.

Al mismo tiempo dejé de tener el período. Eso me atemorizó, pero no hice nada al respecto. Pensé que en algún momento volvería. Sin embargo, transcurrió más de un año. Para entonces ya había comenzado mi onceavo grado. Seguía triste en la escuela y mis hábitos alimenticios estaban cada vez peor.

El año pasado, cuando estaba en mi primer semestre, finalmente decidí pedir ayuda. Le envié un e-mail a mi maestro de la Escuela Dominical contándole el problema, y él empezó a orar por mí de inmediato. Me pidió que buscara lo que Ciencia y Salud dice sobre la belleza. Entre otras cosas dice: “La receta para la belleza es tener menos ilusión y más Alma, retirarse de la creencia de dolor o placer en el cuerpo y refugiarse en la inmutable calma y gloriosa libertad de la armonía espiritual” (pág. 247).

Como a mí me encanta hacer ejercicio y estar activa, me pidió que describiera mis motivos para hacerlo. ¿Me motivaba “Perder peso y estar delgada” o tenía motivos que no se centraban tanto en mí misma? Me di cuenta de que, durante los dos últimos años, me había estado concentrando en mi peso y en mi apariencia en lugar de pensar en Dios y en adorarlo a Él. Estaba tan estancada en la idea de que no era feliz en la escuela, que no tenía tiempo de pensar en nada más.

Estaba convencida de que sólo sería feliz si cambiaba de escuela. Mi maestro de la Escuela Dominical me dijo que la felicidad no dependía de a dónde uno va sino cómo uno va. Me leyó algunas estrofas de uno de mis himnos favoritos, “Alimenta mis ovejas” de Mary Baker Eddy. El himno comienza diciendo: “La colina di Pastorm cómo he de subir...” Hablamos sobre las ideas que había detrás de las palabras, que no importa dónde uno esté, mientras que recuerdes vivir de la manera que Dios te muestra que lo hagas. En otras palabras, la manera en que tú vives la vida, porque tu vida es más importante que el lugar donde vives.

“La felicidad no depende de a dónde vas sino cómo llegas allí”.

Entonces comprendí que la manera en que estaba viviendo mi vida no era muy buena. Decidí ver a mis amigos con ojos más espiritualizados, ver las cosas buenas de todos ellos y ser una influencia positiva. En lugar de sentir aversión cuando empezaban a criticar a alguien a sus espaldas, yo cambiaba el tema si era necesario. Lentamente, nuestras conversaciones comenzaron a tratar temas completamente diferentes.

Con esta nueva perspectiva de la vida me sentí más feliz. Finalmente comencé a divertirme en la escuela y a comer normalmente. Un par de meses después, me volvió el período. Nunca me había sentido tan liberada. Me di cuenta de que había tenido una curación maravillosa. Si bien no fue rápida, con el tiempo se produjo. El ser leal a Dios y comprender el amor que siente por mí, fue lo que me sanó. Sanó la falta de felicidad que sentía, así como mi problema con la comida. También me ayudó a comprender que la felicidad no dependía de la escuela a dónde iba.

A través de esta hermosa curación pude, finalmente, entender el poder de la oración.


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