La semana pasada fui a cenar con una amiga que conozco desde la escuela primaria. Ella recién había regresado de un viaje a Londres y me estuvo contando acerca de todos los viajes que planeaba hacer.
Me sentí muy feliz de oírla hablar de esa manera porque su vida no siempre había sido tan dichosa, especialmente cuando estaba por terminar el bachillerato. En esa época, a menudo venía a verme cuando estaba deprimida y yo trataba de animarla.
Ella era la mayor de seis hermanos y estaba a cargo de todo, desde llevarlos a la escuela hasta cocinar para ellos. También se ocupaba de hacer los trámites de la familia ya que sus padres eran inmigrantes camboyanos y hablaban muy poco francés. Su labor escolar pasaba siempre a segundo plano. Además de todo esto, su padre le pegaba, su novio la había dejado y tenía graves problemas con las pandillas del vecindario.
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