Tenía 18 años. Él parecía ser una persona feliz y tranquila. Le encantaba reírse y salir con sus amigos. Tenía sueños, como cualquier chico. De pronto, mis amigos y yo no lo vimos por un tiempo, y cuando regresó estaba muy deprimido. Se veía extraño y casi nunca nos hablaba. Días después, me enteré de que se había suicidado.
Su ex novia, que era también amiga mía, me dijo que ese muchacho había comenzado a tomar drogas y que ella pensaba que eso le había puesto cosas raras en la cabeza. También había comenzado a interesarse en los rituales satánicos.
Su suicidio fue un shock para mí. No sé por qué César empezó a tomar drogas, pero quizás sentía que le faltaba algo en la vida; como compañía, seguridad, amor o incluso Dios. No acostumbraba contar sus problemas. Es probable que por esa razón no le pidió ayuda a sus amigos. A mí me hubiera gustado ayudarlo, darle esperanza.
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