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Incluye a Dios en tu equipo

Del número de septiembre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


comenzó a jugar voleibol y a competir en torneos en Naperville, Illinois, Estados Unidos. Durante su último año del liceo, Craig fue contratado para jugar voleibol en la Universidad Estatal de Ball, Indiana. En su posición de rematador de zaguero en el equipo de la universiad, Craig jugó en más de setenta partidos en los dos años y medio que estuvo en el equipo, mientras seguía sus estudios en el campo de las finanzas. El Heraldo se reunión con Craig, quien actualmente está en el ultimo año de la universidad, para hablar acerca del deporte que tanto ama, y cómo fue que la oración lo ayudó a superar momentos difíciles en la cancha.

¿Qué te gusta más del voleibol?

Me encanta porque es un deporte lleno de gracia. Los jugadores se mueven con mucha agilidad. También requiere de mucha atención y concentración. Tienes que estar muy alerta, preparado para cada punto. Es un deporte de equipo, de modo que una persona no puede dominar el juego. Las reglas requieren que tres personas de tu equipo toquen la pelota antes de que pase por encima de la red. Pienso que hay una lección espiritual en eso. Así como los que jugamos en equipos de voleibol nos apoyamos en nuestros compañeros de equipo para anotar puntos en un juego, cada uno de nosotros tiene un compañero en todo aspecto de su vida. Dios es nuestro compañero de equipo, y podemos apoyarnos en Él para que nos ayude a superar cualquier cosa.

¿Cómo juegas sin temor cuando estás en un partido difícil?

Recuerdo que cuando estaba en la secundaria, habíamos llegado a la última ronda y teníamos que jugar con un equipo que había competido muy bien contra nosotros durante el año. Los muchachos de mi equipo sabían que yo confiaba mucho en Dios, y antes de que comenzara el partido me pidieron que dijera una oración. Me vino la idea de decir el Salmo 23. Nos juntamos haciendo un círculo y yo empecé a recitarlo lo mejor que podía. En la parte que dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”, me ayudó la idea de que Dios era nuestro compañero dondequiera que estuviéramos, y acalló todo temor que nuestro equipo hubiera tenido sobre el partido.

¿Qué pasa cuando dos atletas o equipos compiten y están orando para ganar?

Obviamente uno siempre quiere ganar, y he notado que cuando usamos nuestras habilidades al máximo, muchas veces hemos ganado. Pero he aprendido a tener respeto por mis oponentes y a sentirme satisfecho con el juego cuando la competencia ha sido fuerte, y los dos equipos están dando lo mejor de sí. Para mí ése sería un gran partido, cualquiera sea el resultado.

¿Has tenido alguna curación de lesiones debidas al deporte?

Yo tuve una increíble curación en el Campeonato Nacional Juvenil en Nueva Orleans cuando estaba en el último año del bachillerato. Había cerca de cuarenta canchas de voleibol preparadas en el centro de convenciones, y había partidos en todas ellas. Las canchas tenían lo que se llama “superficie deportiva”, que es una superficie especial que se parece al plástico y se pone directamente sobre el concreto. Esto hace que la misma sea dura lo que no es bueno para las rodillas, especialmente cuando juegas en un torneo de cuatro días.

El año anterior, en el mismo torneo, me habían dolido muchísimo las rodillas, y tuve que permanecer sentado en varios partidos. Salí del torneo muy frustrado porque porque ese problema había limitado mi tiempo de juego, y a mí me encanta jugar.

Cuando regresé al torneo en Nueva Orleans el verano siguiente, sabía que las canchas estarían preparadas del mismo modo, sobre concreto. Pero había tomado la determinación de no aceptar la idea de que mis rodillas pudieran dolerme. Simplemente afirmaba que Dios tenía el único poder, y era mi creador. Dios era el autor de la perfección, de la salud.

El resultado fue que ese año las rodillas no me dolieron para nada. Yo le doy todo el crédito a Dios. Tuve el mejor torneo. Cuando terminó me nombraron para participar en el Equipo Nacional.

¿Orabas para estar bien?

No, en realidad mi oración se centró en que no me podía dar el lujo de ser tentado por los pensamientos negativos del año anterior. Yo sabía que Dios me había dado la habilidad para “tomar posesión” de mi cuerpo, y “regir sus sensaciones y funciones” (véase Ciencia y Salud, pág. 393). De modo que durante el torneo Dios estaba conmigo a cada paso, cada salto, cada bloqueo, cada remate.

¿Cómo fue tu experiencia al jugar a nivel universitario?

Antes de que me reclutaran para jugar voleibol en la Universidad Estatal de Ball, el entrenador se enteró de que yo era estudiante de la Christian Science. Hablamos sobre eso incluso antes de que empezara la universidad.

Los entrenadores me preguntaron qué haría si me lesionaba. Les dije que como Científico Cristiano hacía dieciocho años que me sanaba con ese método, y continuaría apoyándome en la oración en la universidad si llegaba a tener una lesión. Ellos estuvieron de acuerdo.

¿Cómo resultaron las cosas?

Si bien durante mis años de universidad prácticamente no sufrí lesiones, tuve un problema cuando me magullé un dedo del pie. Me resultaba difícil correr y saltar, y me preguntaba si algún dedo estaría fracturado o lastimado.

Les permití a los entrenadores mirarlo porque es su trabajo, y quería que se libraran de cualquier preocupación que pudieran tener. Se ofrecieron a hacerme masajes y a vendarlo, pero les dije que yo resolvería el asunto por mi cuenta, con Dios. Creo que todo el personal de entrenamiento sabía de mi método de curación, de modo que nadie protestó. Todos estaban dispuestos a permitirme sanarlo de la manera que yo quisiera.

“Dios estaba conmigo a cada paso, cada salto, cada bloqueo, cada remate”.

Oré mucho con la cita de la Biblia en Isaías que dice: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:31). Esto me dice que cuando uno tiene fe en Dios, y espera en Dios, tiene fortaleza. Escribí el pasaje de la Biblia en un pedazo de papel y lo puse en mis zapatos. Me recordaba que Dios estaba caminando conmigo en cada paso que daba. Yo no estaba caminando solo.

Un par de días después ya estaba jugando otra vez. Nunca más volví a tener problemas con el dedo.

¿Tienes algún mensaje para los atletas?

Les recomiendo que tengan una actitud humilde. Cualquiera sea el deporte que practiquen, recuerden que se trata de una asociación entre ustedes y Dios.

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