Una noche, cuando estaba con mi familia en un hotel de la campiña francesa, comencé a sentirme muy débil, me dolía la cabeza y tenía fiebre.
Ni bien comencé a sentir estos síntomas, mi madre me dijo que oraría mí. Me di cuenta de que mis padres estaban preocupados, y les dije que no tuvieran miedo, porque yo estaría bien muy pronto. No acepté la enfermedad, porque sabía que no venía de Dios. Empecé a orar pensando que soy una idea espiritual y perfecta de Dios, y que Lo expreso en todo lo que hago. Luego me dormí.
Cuando me desperté por la mañana estaba de lo más bien. La sensación de debilidad, el dolor de cabeza y todo lo demás habían desaparecido por completo. Yo estaba muy contenta. Y hasta el día de hoy, siempre que siento que algo no anda bien, recuerdo esa curación y no tengo miedo.
Curitiba, PR, Brasil
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