Hace Unos meses estaba paseando en bicicleta por la ciudad junto a mi mamá cuando, al intentar bajar, tropecé y caí con fuerza golpeándome la cara contra el hormigón de la calle.
Tuve muchísimo miedo porque pude oír cómo se quebraban los huesos, y la nariz comenzó a sangrar de inmediato, tanto por fuera como por dentro, debido a las heridas.
Una señora muy amable que pasaba por allí quiso ayudarme, a pesar de que estaba tan asustada o más que yo. Me acompañó hasta su casa que quedaba a dos cuadras y me dejó lavarme la cara en el baño. Pero cuando vi el aspecto que tenía mi nariz hinchada como un globo, me asusté aún más.
Mi mamá comenzó a orar por mí de inmediato y eso me tranquilizó. La hemorragia paró por completo. Yo sabía que Dios me podía sanar porque me había sanado antes, y Dios cura mucho más rápido que cualquier otra cosa. Entonces decidí pedirle a una practicista de la Chrisitan Science que orara por mí.
Volvimos a casa en un taxi y al llegar llamamos a la practicista. Yo temblaba tanto que tenía miedo de que la voz no me saliera lo suficientemente clara como para explicarle lo que pasaba, pero ella me dijo que Dios es Mente, y que una Mente inteligente no creó los accidentes. Esto me ayudó a entender que desde el punto de vista espiritual nunca había estado en un accidente ni lastimada. A los pocos minutos me había tranquilizado. Siguiendo la recomendación de la practicista, me puse a leer y estudiar partes específicas de Ciencia y Salud, entre otras donde se describe qué es el hombre. Una de las definiciones dice: “El hombre es idea, la imagen, del Amor; no es físico”.Ciencia y Salud, pág. 475.
Al principio me puse hielo en la cara, pero me molestaba porque no estaba poniendo toda mi fe en Dios, así que dejé de hacerlo. Esa semana el título de la Lección Sermón era Mente, y pensé que era perfecta para esa situación. Analicé cada frase y la apliqué a mi caso específicamente. Puse toda mi confianza en lo que leía y de esa forma me sentí más y más confiada en que sanaría.
A los cincos días ya no tenía inflamación ni señales de las heridas.
Cuando fui a la Escuela Dominical a la semana siguiente, nadie notó nada en mi cara. Estaba totalmente normal. Le conté lo ocurrido a mi maestra, y las dos agradecimos a Dios por esta manifestación inmediata del cuidado de Dios.
Esta experiencia fortaleció mi convicción de que la Christian Science cura rápida y eficazmente, sin dejar rastros de lo sucedido.
Montevideo, Uruguay
