Hace Unos meses estaba paseando en bicicleta por la ciudad junto a mi mamá cuando, al intentar bajar, tropecé y caí con fuerza golpeándome la cara contra el hormigón de la calle.
Tuve muchísimo miedo porque pude oír cómo se quebraban los huesos, y la nariz comenzó a sangrar de inmediato, tanto por fuera como por dentro, debido a las heridas.
Una señora muy amable que pasaba por allí quiso ayudarme, a pesar de que estaba tan asustada o más que yo. Me acompañó hasta su casa que quedaba a dos cuadras y me dejó lavarme la cara en el baño. Pero cuando vi el aspecto que tenía mi nariz hinchada como un globo, me asusté aún más.