Una noche estaba durmiendo, cuando de repente sentí un dolor de oído muy fuerte que me despertó y empecé a llorar. Llamé a mi mami y ella, despertándose, me tomó en sus brazos.
Mamá oró conmigo. Comenzamos a repetir el Salmo 91 de la Biblia, que empieza así: “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del omnipotente”.
Muy pronto comenzó a amanecer y dejé de llorar porque el oído ya no me dolía. Y escuché que mi Papá Dios me decía: “Nunca voy a dejarte, siempre estaré cuidándote y protegiéndote de todo mal”.
Después fui a la escuela y ya no volvió a dolerme el oído.
Ciudad de México, México
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