La Sra. Green suspiró. No es que no le gustara el primer día de clase. Le gustaba, pero había tantos niños en su clase ese año. “Que yo recuerde, ¡nunca tuve tantos niños!” Eran tantos que se preguntó cómo haría para ayudarlos a todos.
Un chico grandote entró y cuando ella le dijo “Hola”, él le respondió “Ah-Salaam Alaikem”. La Sra. Green no sabía qué significaba eso, pero sonaba como una respuesta a “hola”, solo que en un idioma diferente. Había estudiantes que hablaban inglés en la escuela y un idioma distinto en su casa. La Sra. Green suspiró una vez más. ¿Acaso podría conocer bien a cada uno de ellos?
Esa noche, cuando la Sra. Green se fue a su casa, sólo quería cenar e irse a la cama. Pero no podía dormir. Sabía que tenía que plantearle a Dios todas las cosas que le preocupaban antes de comenzar el nuevo día. La primera frase de la oración que Jesús les dio a sus estudiantes se repetía una y otra vez en su pensamiento: “Padre Nuestro, que estás en los cielos”.
“¡Oh Padre!”, oró la Sra. Green, “el cielo no está lejos. El cielo es aquí y ahora, y yo vivo en Tu casa, el reino de los cielos”. Entonces se quedó callada esperando escuchar a Dios. Ella sabía que Dios no le hablaría como una persona, pero sí podría percibir Su amor. En su oración esperaba sentir un fuerte abrazo de Dios. Muy pronto empezó a sentir mucha paz, y una palabra, una sola palabra, detuvo todos sus suspiros: “NUESTRO”.
Primero le pareció gracioso pensar en esa palabra. Pero en su pensamiento seguía escuchando un “NUESTRO” bien fuerte. La Sra. Green casi se pone a reír con muchas ganas.
Entonces pensó que la oración no dice “Oh, Padre”, como lo había dicho unos minutos antes, sino “Padre nuestro”. Eso quería decir que cada niño forma parte de la familia de Dios. Todos tenemos el mismo Padre y Madre, Dios.
Al día siguiente ya no hubo más suspiros. La Sra. Green les llevó a los estudiantes 30 recortes cuadrados de tela. Cada niño debía elegir uno. Todos empezaron a escoger el que querían. A algunos les gustaban sólo los azules. Otros querían los que tenían dibujos, como flores amarillas, brillantes corazones rojos, e incluso había un cuadrado con globos. Muy pronto cada niño había elegido el recorte que le gustaba.
Entonces la Sra. Green les dio unos lápices especiales para escribir en tela, y cada niño y niña escribió su nombre en el recorte. Muchos hicieron un pequeño dibujo junto a su nombre. Luego le entregaron los recortes a la Sra. Green y comenzaron a hacer su trabajo escolar regular.
Esa noche, la Sra. Green se sentó en su máquina de coser y cosió todos los recortes cuadrados juntos. No se detuvo a decidir cómo quedaban mejor, sino que los fue cosiendo uno a uno hasta que tuvo un lienzo grande hecho de recortes.
Al día siguiente, la Sra. Green llevó a la clase un bastidor grande donde colocó el lienzo. Encima del lienzo estaban los recortes que habían hecho los niños. Debajo había puesto una tela suave y vellosa que servía de relleno, y debajo de ésta otra tela un poquito más grande que las dos de arriba. Todas las mañanas, durante varias semanas, los niños fueron aprendiendo a pasar una aguja con hilo a través de esas tres capas de tela, y poco a poco las fueron cosiendo juntas.
Al final del mes, la Sra. Green preparó una fiesta. Trajo pastelitos hechos al horno cubiertos con crema de distintos colores y jugo para beber. Losniños estaban tan contentos. ¿Qué iban a festejar?
“Hoy estamos celebrando nuestra colcha”, dijo la Sra. Green. Y sostuvo en alto la colorida colcha que los niños habían hecho. Todos aplaudieron. La colcha era una combinación perfecta de colores, dibujos y nombres. ¡Allí estaban sus nombres y recortes! Todos combinados entre sí. “Cuando veo esta colcha los veo a todos ustedes. Cuando están todos juntos forman como una hermosa colcha”. Los niños felices comían los pastelitos y admiraban su trabajo.
Vieron que un solo recorte, e incluso dos o tres, nunca se hubieran visto tan lindos como todos los recortes cosidos juntos.
A partir de ese día, la Sra. Green hizo que todos los niños aprendieran a decir “hola” en el idioma de diferentes países. El chico grande que le había dicho “Ah-Salaam Alaikem” a la Sra. Green, le enseñó a la clase que eso quería decir “Ve en paz” en Farsi, un idioma que se habla en Irán. Y les enseñó a responder diciendo “Wah Alaikem Ah-salaam”, que quiere decir “que la paz esté contigo”.
De tantas formas se podían saludar. Y todo ese tiempo, la colcha, la colorida colcha, lucía colgada con orgullo en la pared de la clase.
