Una noche, Martín fue con papá y mamá a visitar a su amigo Mateo. Después de comer, y cuando sus papás estaban charlando en el jardín, los chicos encendieron la tele y miraron algunas escenas de una película de terror. Rieron juntos al ver a esa fea criatura que caminaba y rugía como un animal salvaje. ¡Parecía tan real! Pero no lo era, y Martín lo sabía muy bien.
Pero esa noche, cuando estaba a solas en su habitación con las luces apagadas, la cosa era muy distinta. Martín empezó a acordarse de la película. ¿Podría ser que esa criatura fuera real después de todo y estuviera oculta en su cuarto? Desde abajo de sus mantas Martín miró a su alrededor. Cerca de la ventana parecía haber un monstruo, esperando el momento para atacarlo. El niño encendió la luz y vio que sólo era el perchero. ¡Ah, qué alivio! Pero al volver a apagar la luz, le pareció ver un plato volador que antes no estaba allí. Encendió la lámpara nuevamente para encontrarse con que era uno de sus aviones de juguete. Martín entonces decidió dejar la pequeña lámpara encendida.
¡Toc! ¡Toc! La llamada sobresaltó a Martín que creía que sus papás dormían. La puerta se abrió lentamente y la dulce sonrisa de la abuela iluminó la habitación.
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