Había una vez, hace mucho tiempo, un rey muy joven que se llamaba Salomón. Él amaba mucho a Dios. Salomón era rey de un pueblo muy grande. Ser rey de un pueblo tan grande es una gran responsabilidad, así que él oraba a Dios con frecuencia.
Una noche, Dios se le apareció en sueños y le dijo: “Pide lo que quieras y lo recibirás”.
Le dijo Salomón: “Aunque soy rey de esta gran nación, soy muy joven. Pienso que si tan sólo pudiera comprender la diferencia entre el bien y el mal, sería un mejor rey”.
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