Había una vez, hace mucho tiempo, un rey muy joven que se llamaba Salomón. Él amaba mucho a Dios. Salomón era rey de un pueblo muy grande. Ser rey de un pueblo tan grande es una gran responsabilidad, así que él oraba a Dios con frecuencia.
Una noche, Dios se le apareció en sueños y le dijo: “Pide lo que quieras y lo recibirás”.
Le dijo Salomón: “Aunque soy rey de esta gran nación, soy muy joven. Pienso que si tan sólo pudiera comprender la diferencia entre el bien y el mal, sería un mejor rey”.
Y Dios le respondió: “Puesto que tu deseo es el bien para todos, tendrás sabiduría y entendimiento. Además, también te daré todo lo que no pediste. Riquezas y gloria”.
Cuando Salomón se despertó se sintió muy feliz y agradecido. Y su deseo se hizo realidad como Dios se lo había prometido en el sueño. Salomón se transformó en un rey muy sabio que entendía la diferencia entre el bien y el mal. Él usó su sabiduría para resolver los desacuerdos que había entre la gente. Tanta era su sabiduría que otros reyes y reinas venían desde tierras lejanas para escucharlo hablar. Y construyó un gran templo para adorar y dar gracias a Dios. Salomón también escribió hermosas declaraciones y poemas que luego formaron parte de la Biblia.
Lo más importante es que la gente de ese reino se sentía muy contenta porque vivía en paz. Durante el tiempo que Salomón fue rey no hubo guerras. Y todos tuvieron muchos alimentos para comer.
Salomón llegó a ser conocido como el rey más sabio y más espléndido de todos los tiempos.
Y todo comenzó con una oración y un deseo.
