Hace mucho, mucho tiempo, el pueblo de Israel, al que llamaban hebreo, vivía en Egipto. Los hebreos trabajaban como esclavos para Faraón, quien era el rey de Egipto. Tanto hombres como mujeres tenían que servirlo. Algunos trabajaban en los campos. Otros hacían ladrillos de barro para construir ciudades para Faraón. Los guardias egipcios vigilaban a los hebreos y los forzaban a trabajar duro, sin descanso, todo el día.
Había muchos hebreos. En realidad había más hebreos que egipcios. Y Faraón tenía miedo de que los hebreos se rebelaran en su contra y no lo sirvieran más.
Faraón tampoco quería que los hebreos fueran más fuertes que los egipcios. De manera que ordenó a sus soldados arrojar todos los varones hebreos recién nacidos al río Nilo. Él no quería que vivieran.
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