Un día mi papá me estaba cortando el pelo y sin querer me cortó la punta de la oreja. Yo empecé a llorar. Me dolía mucho y estaba sangrando. Mi papá me limpió y me tomó en sus brazos. Yo sabía que él quería hacerme sentir mejor. Entonces los dos empezamos a orar.
Primero me hizo recordar que soy hijo de Dios. Me dijo que Dios no sabía nada de accidentes, y que Dios siempre mantiene a Sus hijos a salvo.
Luego, empezamos a repetir el Padre Nuestro. Mi papá me explicaba cada línea de la oración; hasta que llegamos a ésta: “Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal”. Papá me dijo que quería decir que Dios corrige los malos pensamientos, y nos lleva a salvo donde sólo podemos sentir Su amor. Cuando mi papá me dijo eso, me quedé muy callado. No pensé para nada en el dolor. Dios me llenó de buenos pensamientos, y de Su amor. Entonces el dolor desapareció.
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