Un día mi papá me estaba cortando el pelo y sin querer me cortó la punta de la oreja. Yo empecé a llorar. Me dolía mucho y estaba sangrando. Mi papá me limpió y me tomó en sus brazos. Yo sabía que él quería hacerme sentir mejor. Entonces los dos empezamos a orar.
Primero me hizo recordar que soy hijo de Dios. Me dijo que Dios no sabía nada de accidentes, y que Dios siempre mantiene a Sus hijos a salvo.
Luego, empezamos a repetir el Padre Nuestro. Mi papá me explicaba cada línea de la oración; hasta que llegamos a ésta: “Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal”. Papá me dijo que quería decir que Dios corrige los malos pensamientos, y nos lleva a salvo donde sólo podemos sentir Su amor. Cuando mi papá me dijo eso, me quedé muy callado. No pensé para nada en el dolor. Dios me llenó de buenos pensamientos, y de Su amor. Entonces el dolor desapareció.
Pocas horas después, mi mamá y mi hermano llegaron a casa. Les conté lo que había ocurrido. Quise mostrarles la oreja, pero no podía recordar cuál era la que me había lastimado. Mi hermano me miró las dos orejas y no pudo encontrar ningún corte en ellas.
Estoy feliz por asistir a la Escuela Dominical, porque aprendo mucho de Dios.
Bombay, India
