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El hoyo del geoduck

Del número de enero de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Jimmy tenía cinco años iba todos los días a un campamento de verano. Quedaba en Puget Sound, en la costa noroestede los Estados Unidos. A Jimmy le encantaba ir a la playa todos los días. Él y los otros chicos buscaban caracoles, jugaban y chapoteaban en la parte poco profunda del mar.

Un día, Jimmy fue a la playa con sus amigos y una de las maestras. La marea había bajado mucho y había una playa enorme para caminar. Había pequeños cangrejos que corrían por todas partes, hermosos caracoles y troncos de madera. Como la marea estaba muy baja, esa mañana los buscadores de almejas estaban desde temprano en la playa con la esperanza de atrapar las almejas más grandes, llamadas “geoducks” (que se pronuncia “gú-idaks”, almeja gigantesca típica del noroeste de los Estados Unidos). Para poder apresarlas varias personas tienen que cavar un hoyo bien grande, de alrededor de un metro de ancho por un metro de profundidad. Tienen que cavar muy rápido porque el “geoduck” se hunde velozmente y a gran profundidad. Por lo general, cuando terminan, las personas vuelven a llenar el hoyo de arena. Pero ese día, se olvidaron de cubrir uno de ellos.

La marea comenzó a subir lentamente, cubriendo la arena con una suave onda de agua. Jimmy estaba chapoteando, y se quedó atrás en relación a los otros niños y la maestra. De pronto cayó en el hoyo que no habían cubierto y que se estaba empezando a llenar de agua. Desde el fondo. Jimmy trató de trepar para salir pero le resultaba difícil. El hoyo se seguía llenando y cuando sintió que el agua le subía por las piernas, llamó pidiendo ayuda. Pero los otros niños estaban demasiado lejos para escucharlo. Aún con miedo, Jimmy pensó qué podía hacer. Se acordó que en la Escuela Dominical habían aprendido que Dios siempre estaba con ellos para ayudarlos cuando estaban en problemas. Empezó a cantar su himno preferido. El primer verso dice: “La colina di, Pastor”. Le gustaba mucho ese himno porque lo hacía sentir a salvo. Sabía que Dios era su pastor y que lo guiaba y lo cuidaba.

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