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El ave perdida

Del número de enero de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Emma vive en Alemania a orillas de un gran río. Barcos de todas partes del mundo navegan río arriba y río abajo durante todo el día. Un invierno hizo muchísimo frío, tanto que gruesos bloques de hielo se acumularon en las riberas. Después de la escuela, Emma y sus amigos Julia, Lucas y Federico, salieron para trepar alrededor del hielo. El perro de Federico, Leo, también fue con ellos. Como el viento les soplaba muy fuerte en la cara, se bajaron los gorros para cubrirse las orejas y ataron fuertemente las capuchas de sus chaquetas.

Por esa razón apenas escucharon a Leo que de pronto se puso a ladrar a muy corta distancia. Lucas y Julia corrieron primero hacia él. Emma y Federico los siguieron. Lucas lo estaba tirando del collar para alejarlo de algo. Emma no podía ver por qué estaba ladrando. Julia estaba haciéndole señas y gritando para que se apurara.

Emma casi hace caer a Federico al tratar de pasar a su lado. Fue entonces cuando vio lo que ocurría. Posada sobre el hielo, atemorizada, se encontraba un ave marina blanca y negra cubierta de petróleo. Apenas se podía mover.

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