Emma vive en Alemania a orillas de un gran río. Barcos de todas partes del mundo navegan río arriba y río abajo durante todo el día. Un invierno hizo muchísimo frío, tanto que gruesos bloques de hielo se acumularon en las riberas. Después de la escuela, Emma y sus amigos Julia, Lucas y Federico, salieron para trepar alrededor del hielo. El perro de Federico, Leo, también fue con ellos. Como el viento les soplaba muy fuerte en la cara, se bajaron los gorros para cubrirse las orejas y ataron fuertemente las capuchas de sus chaquetas.
Por esa razón apenas escucharon a Leo que de pronto se puso a ladrar a muy corta distancia. Lucas y Julia corrieron primero hacia él. Emma y Federico los siguieron. Lucas lo estaba tirando del collar para alejarlo de algo. Emma no podía ver por qué estaba ladrando. Julia estaba haciéndole señas y gritando para que se apurara.
Emma casi hace caer a Federico al tratar de pasar a su lado. Fue entonces cuando vio lo que ocurría. Posada sobre el hielo, atemorizada, se encontraba un ave marina blanca y negra cubierta de petróleo. Apenas se podía mover.
Emma y sus amigos la miraban preguntándose qué hacer. Ninguno de ellos había visto nunca un pájaro como ése. Se parecía un poco a un pingüino con su panza blanca y las alas negras y cortas, y su pico grande.
“Debe estar perdido”, dijo Lucas. Julia estuvo de acuerdo. “Es probable que esté muy lejos de su casa”, dijo Federico.
Emma sabía que el pájaro necesitaba ayuda inmediata. Lo recogió y lo envolvió en su bufanda. Julia y Lucas la ayudaron, mientras que Federico finalmente logró que Leo dejara de ladrar.
“Yo voy a orar por ti”, le dijo Emma al ave mientras la tenía en sus brazos. Y comenzó a hacerlo de inmediato. Eso quiere decir que habló con Dios. Ella sabía que Dios es bueno. Y que Dios prepararía un lugar seguro para esta pequeña criatura. Así como Él había hecho con todos los animales en el arca de Noé.
“¿Por qué no lo llevamos a la casa del Capitán Jorjan?”, sugirió Lucas. “Quizás él pueda ayudar”. El Capitán Jorjan era un marino retirado. Él había construido una cabina de barco de verdad en el fondo de su jardín y allí había coleccionado muchos objetos. A Emma y a sus amigos les encantaba visitar al Capitán Jorjan. Les permitía trepar en su cabina y les contaba historias sobre los viajes que había hecho por todos los mares. Y siempre había un brillo especial en sus ojos cuando lo hacía. Pero el Capitán Jorjan no estaba seguro de poder ayudarlos.
Emma oró otra vez. Pensó cuánto amaba Dios a ese pequeño pájaro. Su lugar estaba donde vivían otras aves como él. Emma recordó un versículo de la Biblia donde dice que ningún pájaro llega a la tierra sin que Dios no esté cuidando de él. Es por eso que ella estaba tan segura de que el amor de Dios tenía preparado un lugar seguro para el animalito.
Luego fueron a la casa de Julia. Y la mamá de Julia sabía cómo se llamaba el pájaro. Les dijo que era un “alca”. Les dijo que las alcas viven en costas rocosas y muy empinadas, y construyen sus nidos muy por encima de las rugientes olas.
“Debe de haber recorrido un largo camino para haber llegado hasta aquí”, dijo Emma, “porque por aquí no hay acantilados altos”.
Aunque la mamá de Julia no sabía cuidar del alca, ella conocía un albergue que estaba cerca. Ése es un lugar donde cuidan de los pájaros marinos heridos y sin hogar. Y allí fue adonde llevaron a la pequeña alca. La gente del albergue limpió el petróleo que el pájaro tenía en las alas y le dieron de comer. Muy pronto se sintió fuerte otra vez.
Llegó la primavera, y para entonces hacía mucho que el sol había derretido todo el hielo que había junto al río.
Un día, cuando Emma iba de camino a la casa del Capitán Jorjan desde la escuela, éste salió de su cabina y le gritó: “Te tengo buenas noticias, Emma”. Él había recibido noticias del albergue acerca de la pequeña alca. La habían puesto en un barco con rumbo a Inglaterra, y los marineros la habían dejado en una isla rocosa donde había una colonia de alcas como ella.
Emma supo que Dios había respondido a sus oraciones. No veía el momento de contarles a Julia, Lucas y Federico que la pequeña alca había regresado a su hogar.
