Allí estaba el osito de Jorge, patas arriba en el camioncito volcador azul, mientras que Pinky, el gatito, jugaba con los soquetes nuevos de Jorge.
Cristina, su hermana mayor, vio el cuarto de Jorge y suspiró. Todo estaba amontonado en el piso. Con razón Pinky se divertía tanto y Jorge no podía encontrar nada en ese cuarto.
“Estoy segura de que algo se puede hacer”, murmuró, mientras le quitaba a Pinky los soquetes de entre las patas.
Era sábado y no tenían clase. El nuevo amigo de Jorge, Javier, estaba armando una tienda de campaña arriba, en el manzano. Javier conocía muchos juegos y era divertido estar con él, y muchas veces venía a la casa de Jorge con su perro Ducho y su cola movediza.
—Lo que necesitamos es una cuerda y un balde para poder subir galletitas y jugo al árbol —dijo Javier. Los dos chicos pensaron que era una buena idea, y se fueron corriendo a buscar el balde y la cuerda al cuarto de Jorge. Ni bien abrieron la puerta de la habitación de Jorge, los ojos de Javier se fueron haciendo cada vez más grandes. Nunca había visto tanto desorden.
—Jorge, ¿cómo sabes dónde están las cosas? —le preguntó Javier.
—No lo sé—respondió Jorge—. Siempre me la paso buscando mi gorra y mi pelota de béisbol.
Jorge, incluso había estado tan apurado para ir a jugar con Javier que se había puesto los zapatos al revés. (Pero eso no se lo iba a contar a Javier.)
Jorge y Javier se pusieron a buscar en la pila de ropa, tropezándose con la cola de Pinky. Cristina, al escuchar el alboroto, corrió a la habitación para ver qué ocurría. Muy pronto los tres estaban buscando la cuerda y el balde.
—¿Qué está haciendo Pinky? —preguntó Javier. El gato estaba debajo de la cama jugando con la cuerda atada al balde.
Entonces se fueron corriendo a buscar galletitas y jugo para subirlas a su tienda de campaña arriba del manzano.
Esa noche, cuando Jorge se preparaba para ir a la cama, Cristina le dijo: —Estuve viendo tu cuarto, Jorge, y se me ocurrió que las estrellas y el pasto están siempre en el lugar correcto. Las estrellas se quedan en el cielo y brillan, y el pasto crece en el suelo. Las estrellas no se caen del cielo para juntarse en una pila debajo del manzano.
Y el pasto no crece en las nubes del cielo. Cada uno permanece donde tiene que estar, las estrellas brillan en el cielo y el pasto crece en el suelo.
Jorge pensó que era muy gracioso pensar que las estrellas y el pasto pudieran estar en diferentes lugares.
Acostado en la cama, mirando las estrellas a través de la ventana, Jorge le dijo a Cristina: —¿Qué pasa conmigo?
¿Yo también tengo mi lugar en Dioscomo esas estrellas?
—Por supuesto que sí —le dijo Cristina—. Dios te rodea con Su amor, ése es tu lugar especial.
Te mantiene siempre firme en Él, siempre en el lugar correcto, nunca repartido por todas partes, sino en tu lugar correcto. Y así como Dios cuida de ti, Él cuida también de todo el bien que te da.
A Jorge le gustó pensar que siempre estaba en el lugar y en la “posición” correcta, y que tenía un lugar con Dios que era sólo para él. Y pensó que si Dios mantenía todas las cosas buenas en su lugar, él también podía esforzarse más por mantener sus cosas seguras y en el lugar correcto en su habitación.
—Voy a cuidar mejor de mi habitación para que esté todo en el lugar correcto —dijo Jorge—. Entonces podré encontrar mi gorra y mi pelota más rápido y voy a tener más tiempo para jugar con Javier y Ducho.
Poco a poco la habitación de Jorge fue mejorando, tanto, que a Pinky le resultaba difícil encontrar cosas con qué jugar.
Pero lo mejor de todo fue que Jorge sabía dónde estaba él, ocupando el lugar correcto en el amor de Dios.
