Rut, mi mejor amiga, me invitó a dormir.
Le dije: “¡Claro! ¡Cómo no voy a ir!”
No me atreví a contarle el miedo que sentía,
para que no me dijera que una tonta parecía.
Rut me dijo: “¡Cuánto me alegra que vengas!”
Y aunque muchos nervios tenía,
yo le contesté: “Yo también”,
pero no sabía qué hacer.
Mi mamá me ayudó a empacar,
y me puso una sorpresa.
“No lo abras hasta esta noche”, me advirtió.
(Que fuera algo dulce, confiaba yo.)
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