La expresión “calidad de vida” admite más de una definición de acuerdo con las circunstancias en las que se la utiliza, pero se asocia a menudo con el estado de nuestra salud, nuestro bienestar económico y nuestro derecho innato a sentirnos amados. Cuando algunos de estos tres aspectos de nuestra existencia, esenciales para sentirnos realizados y felices, parece no estar satisfecho, decimos que nuestra “calidad de vida” debe mejorar. Para ello, concluimos, necesitamos tener más dinero, mejores oportunidades, encontrar a una persona en particular que alegre nuestra existencia, o sanar una antigua o nueva dolencia corporal o emocional.
Sin embargo, los esfuerzos que se hacen para encontrar felicidad y realización a través de nuestra voluntad (como los esfuerzos, planes o proyectos personales) o de medios materiales (como nuestra cuenta bancaria, educación, experiencia) a menudo fracasan, simplemente porque nos llevan a buscar satisfacción y realización donde no las hay. Cristo Jesús, lo expresó así: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. Juan 6:63.
El libro Ciencia y Salud dirige nuestra búsqueda de la felicidad hacia fuera de la materia, hacia la totalidad y posibilidades ilimitadas del Espíritu. Mediante su lectura he aprendido que la calidad de nuestras vidas depende de la calidad de nuestros pensamientos. Si tenemos una visión pesimista, oscura o temerosa del mundo y de la vida, es muy posible que veamos manifestados en nuestra experiencia los resultados de ese estado mental. Por el contrario, una visión de la vida amplia, gozosa, entusiasta, se manifiesta en progreso y oportunidades de desarrollo crecientes.
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