Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Sana de un hombro calcificado

Del número de julio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En noviembre pasado, sin ninguna razón aparente, comenzó a dolerme tanto el hombro que no lo podía mover ni tocar. Cuando mi esposo observó que cada vez me resultaba más difícil encontrar una posición confortable para dormir, pensó que lo mejor era llevarme al hospital. Eso fue un domingo.

Me tomaron radiografías y la doctora me informó que tenía el hombro calcificado o "congelado". Me dijo que me llevaría alrededor de un año y medio recuperarme. También me informó que tendría que recibir fisioterapia combinada con algún otro tratamiento, para disminuir el dolor y apresurar la recuperación.

Le dije a mi marido que no estaba conforme con seguir ese tratamiento y que me apoyaría en la oración para sanar. Me comuniqué con una practicista de la Christian Science y le pedí que orara por mí. Durante nuestra conversación le mencioné que había estado sintiendo los efectos de algunos asuntos familiares no resueltos, y que pensaba que ésa era la fuerza que estaba detrás del problema. La practicista, sin embargo, muy pronto me recordó que Dios nunca castiga. Y esa afirmación fue un verdadero alivio para mí, ya que concordaba plenamente con la idea de un Dios que es Amor.

Fue un verdadero alivio saber que Dios nunca castiga.

También me dijo que tuviera presente que yo era la hija espiritual de Dios, o, como dice la Biblia, Su misma "imagen y semejanza" (véase Génesis 1:26). Por ser esa imagen, yo sabía que tenía inmediato acceso a los obsequios de Dios — actividad, vida, consuelo, tranquilidad — precisamente porque yo era la imagen de esas cualidades. Me aferré a esa oración.

Cada vez que sentía una punzada de dolor declaraba enfáticamente "!No!" Como dijo Jesús: "El reino de Dios dentro de vosotros está" (Lucas 17:21, versión King James). Cada función del reino de Dios está gobernada y controlada en cada detalle y a cada momento por Él — por el Amor — no por el odio ni el dolor. Y puesto que Dios es Todo, yo estoy necesariamente incluida en Su reino. Esto era una ley, un Principio en el que me podía apoyar.

Corregía todo pensamiento equivocado sobre mí misma y sobre cualquier otra persona con la que me ponía en contacto. Los pensamientos errados sugieren que no somos la imagen de Dios, que no expresamos Sus cualidades, que no estamos tranquilos y en paz, que no podemos dejar de tener dolor.

No consideré nada de esto como un pensamiento positivo. Declaraba la verdad como la expone la Biblia. Esa verdad sostiene que todos somos los hijos de Dios y estamos en Su reino. Y yo sabía que Dios, el Amor divino, gobierna todo lo concerniente a cada uno de nosotros.

El dolor comenzó a disminuir. El martes ya no necesitaba el cabestrillo que había estado usando, y el sábado lo ayudé a mi esposo a arreglar nuestro jardín. Pude colocar césped, echar abono, empujar la carretilla, y trabajar casi todo el sábado y el domingo sin sentir dolor alguno, y casi sin restricción en el movimiento.

Durante todas esas actividades del fin de semana, le agradecí a Dios por haberme dado la habilidad de ser activa. Me di cuenta de que era natural para mí ser activa porque Dios me había creado como Él, siempre activo. Y puesto que Dios es Amor, yo sabía que era la imagen del amor y no tenía por qué sentir dolor alguno. Pasé el fin de semana agradeciendo por estar realmente bajo el control de Dios, en lugar de estar bajo una movilidad limitada. Él me estaba gobernando, y cada parte de mi cuerpo podía sentir esa verdad.

El lunes siguiente llamé a la practicista nuevamente para decirle que aunque estaba muy agradecida por la libertad que sentía, mi hombro todavía no estaba completamente sano. Hablamos otra vez sobre la necesidad de poner cada pensamiento en línea con la verdad de que Dios es el único que tiene el control. Entonces pude sentir y experimentar realmente que Dios tenía ese control sobre mi vida. Continué orando de ese modo. Cada día podía mover el hombro con más libertad, y cada día estaba yo más feliz con las vislumbres espirituales que la oración me daba. Experimentaba la presencia de Dios, del Amor, en todos los aspectos de la vida.

Me tomó cerca de un mes poder volver a usar mi hombro libremente. Durante ese tiempo oré con la interpretación espiritual de Mary Baker Eddy de una línea del Padre Nuestro en Ciencia y Salud, página 16. "Tu reino ha venido". Puesto que formo parte de ese reino, nada me puede impedir experimentar todo el bien que nos viene a cada uno de nosotros directamente de Dios.



Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 2004

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.