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La curación metafísica

Firmes en nuestra verdadera identidad

Del número de julio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Chicago en un día despejado, maestra de la Christian Science, puede llegar a ver bien lejos, en más de un sentido. A través de la claridad que obtiene del estudio diario y de la oración inspirada, ella contesta llamadas de personas que le solicitan ayuda de todas partes del mundo, de día y de noche, como lo ha hecho por más de 40 años.

Después de anunciarse como practicista de la Christian Science en el Journal durante 15 años, Bea recibió en 1976 el diploma del Colegio Metafísico de Massachusetts que la habilitó para enseñar a otras personas a sanar. Durante la década de 1980, permaneció en Boston desempeñando numerosos cargos en La Iglesia Madre, entre otros, el de miembro de la Junta de Educación, miembro de la Administración Fideicomisaria de La Sociedad Editora de la Christian Science, integrante del Cuerpo de Conferenciantes y Redactora Asociada de las publicaciones religiosas de la Christian Science.

Aunque es una persona muy ocupada, se tomó unos momentos para hablar con

Cuando alguien la llama por teléfono o le envía un correo electrónico pidiendo ayuda ¿qué es lo primero que hace?

Reconozco íntimamente que esta persona ya ha dado el importante paso de sobreponerse a la resistencia a sanar por medios espirituales. A continuación, hago dos cosas. Primero, escucho el problema que me relata la persona. Quiero saber cuáles son los desafíos a enfrentar. No obstante, la curación se produce al mantener una conciencia pura. Después de todo, la razón por la cual me llaman es para que los ayude a elevar su pensamiento y a ver, a través de la niebla del problema, la tangible luz y armonía de la realidad espiritual.

Lo segundo que hago es también escuchar, pero esta vez a Dios procurando obtener inspiración espiritual. A veces pienso en el relato del Evangelio según Juan en el cual se narra el caso de un hombre que quería que Jesús sanase a su hijo. Jesús simplemente le dijo: “Ve, tu hijo vive”, Juan 4:50. pero había tanta inspiración espiritual detrás de esas palabras, que el hombre las aceptó de inmediato y su hijo se sanó. Asimismo, a menudo pienso en esta afirmación de Mary Baker Eddy: “No está bien imaginarse que Jesús demostró el poder divino sanador sólo en beneficio de un número selecto o de un tiempo limitado, puesto que a la humanidad entera y a toda hora el Amor divino suministra todo el bien”.Ciencia y Salud, pág. 494. Tales pensamientos me ponen en alerta para recibir las ideas espirituales que necesito para sanar el caso que me han presentado.

Según una encuesta de la revista Newsweek, el 72% de los estadounidenses está convencido de que orar a Dios da buenos resultados y puede sanar a alguien, “aun si los médicos dicen que el enfermo no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir”. Claudia Kalb, "Faith & Healing", Newsweek, 10 de noviembre de 2003, pág. 46. ¿Qué contribuye a que las oraciones de hoy sean tan eficaces como las que figuran en la Biblia?

Lo que siempre hago, y nunca pasa de moda, es pensar en el Padre Nuestro con su interpretación espiritual, así como en la “declaración científica del ser” que la Sra. Eddy expone en Ciencia y Salud. Estos dos elementos me ponen totalmente en comunión con el poder sanador de Dios. Por lo tanto, a veces hago que las personas lean esas páginas.

Tomemos por ejemplo la oración que llamamos el Padre Nuestro, que dice: “Venga Tu reino”. M. B. Eddy lo interpreta de la siguiente manera: “Tu reino ha venido; Tu estás siempre presente”.Ciencia y Salud, pág. 16. El reino significa el ámbito de la armonía que está regulado por las leyes de la Ciencia divina. Es la esfera de la Mente o Dios, que es divinamente mental y espiritual y está presente en la conciencia aquí y ahora. El reino de la salud y de la integridad del Espíritu ha venido. Una frase de la "declaración científica del ser" que puede contribuir a que las oraciones que las personas hacen para sí o para otros sean más eficaces, es la que sigue: "Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo". ibíd, pág. 468.

Me he dado cuenta de que la oración eficaz comienza y termina con estos hechos. Surge de la profunda convicción de que Dios, el bien, es el único bien y está siempre presente. La Mente, es decir, el Espíritu omnisciente, es la única realidad.

Este poder está a disposición de todos, cualquiera sea la fe que se profese.

Mary Baker Eddy dejó claramente establecido en Ciencia y Salud que no se puede confiar en la percepción de los sentidos acerca de la existencia y de la salud.

Así es. La Sra. Eddy descubrió que cuando uno profundiza, se encuentra que: "...la enfermedad es mental, no material. De ahí el hecho de que sólo la mente humana sufra y esté enferma, y que sólo la Mente divina cure". ibíd, pág. 270. El mal es una ilusión acerca del bien que está allí presente. No es una cosa en sí mismo. A medida que miramos más allá de esa ilusión encontramos la realidad espiritual. La ilusión mental de enfermedad o escasez queda desarraigada de su supuesta realidad cuando recurrimos a Dios, a quien podemos también denominar por medio de uno de sus sinónimos: Verdad. La oración en realidad consiste en quedarse quieto y escuchar la voz de la Verdad. La Verdad es lo único que se está manifestando, es lo único que tiene poder y que en forma activa se revela a sí misma a los corazones y mentes receptivas. La verdad disipa la ilusiones. Traspasa todo hasta llegar a la profunda realidad de la cosas y revela que usted, yo y todos somos espirituales. Pero la oración no hace que "suceda" la Verdad. Ésta está ahora y para siempre actuando, por siempre controlando y gobernando. Nuestras oraciones y nuestras palabras simplemente atestiguan eso precisamente.

¿Nos podría citar un ejemplo?

En una oportunidad viví una experiencia que puso en evidencia que no eran mis oraciones lo que hacía que la Verdad sucediese. Por ese entonces, aún no había comenzado a anunciar mi práctica pública, pero una señora que padecía de cáncer me pidió que la ayudara. Comencé a hacerlo más o menos en la misma forma que describí anteriormente. Ella me llamaba todos los días, y cada vez que lo hacía me informaba que se sentía peor.

Finalmente un día, llevé a los niños a la escuela y luego de dejarlos detuve el automóvil en un estacionamiento, ya que no podía soportar que esta mujer me dijese una vez más que estaba peor. Fue en ese momento que se me ocurrió lo siguiente: "Tú no eres quien hace que sucedan todas estas verdades que has esta declarando. La Verdad es un hecho. Confía en eso".

Cuando llegué a casa, esperé su llamado, y cuando esto no ocurrió, me preocupé. Me preguntaba si quizás, al no estar en casa a la hora en que ella generalmente llamaba, la había abandonado, cosa que por cierto no deseaba hacer.

Después me contó que no me había llamado porque había salido a almorzar con su hija por primera vez en muchas semanas. Pensó que las verdades que ambas habíamos estado afirmando eran ciertas y debía comenzar a actuar en consecuencia. Ése fue el comienzo de la curación. En realidad, se concretó muy rápido.

Siempre recuerdo esa lección. Cuando oro por alguien, doy lo que entiendo que es el "argumento veraz" en contraste con la percepción de que el paciente está enfermo o tiene algún problema. Como dice M. B. Eddy: "La Verdad es afirmativa y confiere armonía... Por los argumentos verídicos que uséis, y especialmente por el espíritu de Verdad y Amor que abriguéis, curaréis a los enfermos". ibíd, pág. 418. Por tanto, cuando siento que yo soy la que tengo que hacer que suceda la curación, me detengo y me quedo observando cómo la Verdad confiere armonía.

Eso me recuerda una historia acerca de Einstein, cuyo amigo, el físico Max Planck, permaneció levantado durante toda la noche de un eclipse en 1919 para poder comprobar si la luz se comportaba como ellos habían calculado que lo haría. Einstein comentó: "Si él realmente hubiera entendido la forma en que la teoría general de la relatividad explica la equivalencia entre la masa inercial y la gravitatoria, se hubiera ido a dormir como hice yo". A. P. French, ed., Einstein: A Centenary Volume (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1979), citado en Timothy Ferris, Coming of Age in the Milky Way (New York: William Morrow and Company, Inc., 1988), pág. 204.

Eso es realmente maravilloso. Ciertamente, la Verdad está presente, es eficaz, es la realidad. Podemos tener la humildad de confiar con toda tranquilidad en este hecho. No se trata de hacer que mentalmente las cosas sean reales. Se ha orado para saber que la verdad está presente. A partir de ahí, uno puede hacerse a un lado y saber que Dios está a cargo de todo.

Es importante tener presente que el tratamiento de la Christian Science no sólo es científico, sino que tiene la misma naturaleza que el Cristo. Cuando digo Cristo me estoy refiriendo a la palabra o concepto como lo describe la Sra. Eddy: "El Cristo es la verdadera idea que proclama al bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana".Ciencia y Salud, pág. 332.

El Cristo no es Jesús. Es el espíritu que Jesús expresaba, la conciencia espiritual pura, la claridad de la Verdad, que lo capacitaba para ver a través de la ilusiones del sentido material y sanar. Este poder, este mensaje divino y bueno, está a disposición de todos, independientemente de la fe que profesen. Antecede a Jesús. La Sra. Eddy lo resume así: "Si la enfermedad es real, pertenece a la immortalidad; si es verdadera es parte de la Verdad. ¿Intentarías destruir, con medicamentos, o sin ellos, una cualidad o condición de la Verdad? Pero si la enfermedad y el pecado son ilusiones, el despertamiento de este sueño mortal o ilusión, nos llevará a la salud, la santidad y la inmortalidad. Ese despertar es la eterna venida del Cristo, el aparecimiento avanzado de la Verdad, que echa fuera al error y sana a los enfermos". ibíd, pág. 230.

¿Qué espera usted de un paciente?

Más que ninguna otra cosa, que quiera conocer mejor a Dios, además de lograr la curación. Deseo que llegue a sentir gratitud por el poder y la totalidad de Dios. A menudo les digo que les expondré los argumentos verdaderos; negaré que tengan temor, o que en algún momento hayan estado separados de Dios, y afirmaré que el Amor divino, el bien, está siempre presente echando fuera el temor. Su tarea es estar agradecidos y alabar a Dios por cualquier cosa que puedan pensar y que sea buena, ya que de esa manera se eleva su pensamiento a la fuente del bien y los torna receptivos al tratamiento.

Deseo que el paciente sienta gratitud por el poder y la totalidad de Dios.

Tengo entendido que es fundamental neutralizar el temor, ¿no es así? ¿Cómo se logra?

El temor es la causa de toda enfermedad, por lo tanto, es lo primero que hay que enfrentar. Mary Baker Eddy indica un medio poderoso para hacerlo: "La Ciencia dice al temor: 'Tú eres la causa de toda enfermedad; pero eres una falsedad autoconstituida — eres oscuridad, nada... No existes y no tienes derecho de existir, porque 'el perfecto Amor echa fuera el temor'".Retrospección e Introspección, pág. 61.

El Amor divino destruye el temor, y la Verdad y el Amor no pueden ser separados; ambos son sinónimos de Dios, y eso lo que sana. Como dice la Sra. Eddy: "ese reconocimiento del Amor infinito... es lo único que confiere el poder de sanar".Ciencia y Salud, pág. 366. No hay nada que exista realmente que no sea la evidencia del amor de Dios; el temor no existe ni tampoco tiene derecho a existir. Lo mismo podemos decir de la enfermedad.

Una de la razones por la cual tanto el paciente como el practicista deben estar agradecidos y no tener miedo, es que el Amor divino es real y omnipotente. Dios tiene todo bajo control. A veces me veo en la necesidad de deshacerme de mi propio temor, aunque ahora ya no me sucede tanto. He aprendido que recurrir al Amor — la Mente o Verdad que denominamos Dios — nos libera tanto del temor como de la preocupación o expectativa de que se manifieste el mal; libertad que nos permite hacernos cargo de los demás y hacer el bien.

Así que ¿recurrir a Dios libera al paciente de la enfermedad?

Así es. Pero creo que es importante recordar que tanto la enfermedad como los otros problemas no son elementos que realmente existan. Son ilusiones de las cuales el paciente debe ser liberado.

Hace poco leí una frase de Ciencia y Salud que dice: "...el hombre nunca ha perdido su estado espiritual y su eterna armonía". ibíd, pág. 548. Para mí, este estado espiritual no permite la manifestación de la enfermedad o algo similar. El individuo debe estar bien porque es el reflejo de Dios, el bien. Pienso que debemos utilizar mucho más la palabra bien en conexión con Dios.

Para mí, Dios es el bien infinito, que por supuesto es eterno y es todo lo que existe. Ese bien es toda la realidad. Dios es el bien y la Vida misma y es Amor. Me parece que es la lección más importante que tenemos que aprender. Con el amor en nuestros corazones reflejamos a Dios. Como escribió M. B. Eddy: "...ningún amor es bello, sino el Amor divino; ninguna vida es Vida, sino la divina; ningún bien existe, sino el bien que Dios concede". ibíd, pág. 275.

¿Qué puede decir acerca de los casos que demoran mucho más en sanar?

He meditado mucho acerca de eso y realmente para mí, cada llamada es un caso nuevo. Tengo tratamientos que duran largo tiempo, pero me esfuerzo mucho por ver que sólo son nuevos argumentos que insisten en que Dios está ausente, y en enfocarlos con renovada inspiración, no como algo que ha durado por mucho tiempo. Escucho para saber qué me está diciendo Dios hoy acerca de la perfección de Su creación y de este individuo en particular.

¿Alguna reflexión final?

Es natural que la gente se sane y que desee hacerlo por medios espirituales, porque cada individuo es espiritual, no material. No somos lo que aparentamos ser, y cuando mentalmente nos sumerjamos debajo de la superficie de las cosas, veremos quiénes somos realmente. Percibiremos la verdad acerca de nuestra identidad. No somos mortales de carne y hueso. Somos espirituales e inmortales, porque somos ideas de Dios.

Cuando alguien me llama pidiendo ayuda, pienso que lo hace porque ya ha tenido una percepción de esto.

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