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Cómo oro por el poder corporativo

Del número de julio de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las noticias que se han difundido últimamente sobre las gigantes corporaciones como Enron, MCI WorldCom, y otras, me han llevado a orar para Encontrar una respuesta sobre la cuestión del poder que tienen las corporaciones y la manera en que éste se utiliza. Ocupo un puesto ejecutivo y me he dado cuenta de que tengo la responsabilidad de ser un ejemplo del comportamiento que quiero que la organización para la que trabajo adopte como modelo, y esto incluye mantener prácticas comerciales y contables honestas y éticas.

En 24 horas conseguí un nuevo trabajo y un lugar para vivir.

Los ejecutivos de las grandes empresas no comienzan su carrera con el deseo de engañar, dar información falsa ni destruir los ahorros de toda una vida de sus empleados. No obstante, la percepción de que es necesario mantenerse competitivos, satisfacer a los accionistas, y aumentar las ganancias a toda costa, los puede llevar a utilizar prácticas comerciales inapropiadas.

Siempre que me encuentro en circunstancias cuestionables o en una encrucijada, me apoyo en la oración para que me guíe. Comienzo reconociendo para quién trabajo en última instancia y a quién tengo que rendir cuentas realmente. Me hago presente que mi verdadero empleador es Dios, el bien, que es Principio divino, y el único poder verdadero. Con esto quiero decir que cada uno tiene el propósito de expresar las cualidades de Dios y que nuestro verdadero trabajo consiste en ser leales al designio que Él nos ha dado. Por ejemplo, el término “Principio divino” implica cualidades como integridad, honestidad, verdad. Puesto que cada uno está hecho a semejanza de Dios, nadie nos puede impedir que expresemos ésas y otras cualidades divinas. En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribió: “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales se encuentran el gobierno de sí mismo, la razón y la conciencia”.Ciencia y Salud, pág. 106. Esto es válido para todas las personas, y estos derechos son prácticos y están al alcance de todos. Otra verdad que me ha resultado muy útil es la convicción de que Dios gobierna cada aspecto de mi carrera, y la de los demás también. El prestar atención a la inspiración divina permite encontrar trabajo en lugares donde uno puede hacer el mayor bien y experimentar el mayor crecimiento espiritual. Cada uno puede saber lo que es estar gobernado, guiado, inspirado y protegido por la Mente divina y única, que nunca puede inducir a nadie a tener un comportamiento falto de ética.

Hace muchos años, cuando trabajaba para una importante compañía como gerente de negocios, descubrí en la contabilidad una situación financiera fraudulenta y cuestionable. Cuando se lo comenté a la gerencia general, se me dijo tranquilamente que “hiciera la vista gorda” o renunciara. Oré muy sinceramente por esta situación. Yo no quería perder el empleo, pero sabía que me habían pedido que hiciera algo que era deshonesto y falto de ética, y que si se llegaba a descubrir me harían responsable a mí. Durante ese tiempo, no sólo oré en busca de guía para mí misma, sino también para la gerencia general. Los estaba gobernando el temor, y ellos a su vez estaban infundiendo temor a los empleados. Oré para saber que no podían ser manipulados ni influenciados de manera inapropiada por el deseo de tener contentos a los accionistas o seguir siendo competitivos. La Mente única nos estaba gobernando a todos, y cada uno de nosotros tenía el derecho y la responsabilidad de hacer lo que era correcto. Ellos, aunque no lo supieran, estaban gobernados por una ley más elevada. Yo también sabía que no me podían intimidar, manipular ni influenciar para hacer algo que yo percibía que estaba mal, a fin de mantener mi empleo.

Dos días después de haber orado con devoción me sentí guiada a dejar la compañía. Pocas horas después de haberles comunicado mi decisión, me llamaron de otra empresa ofreciéndome la oportunidad de trabajar en otro estado. En menos de 24 horas de haber dado mi aviso, viajé en avión hasta allí, tuve la entrevista, me ofrecieron el puesto y acepté. Este empleo incluía un generoso monto de dinero para reubicarme. Además, en esas mismas 24 horas, encontré un lugar para vivir y regresé a casa. Fue una prueba absolutamente increíble de que la ley de Amor de Dios estaba en acción. Me había elevado y liberado de la situación. No sé exactamente qué ocurrió en la corporación y si logró superar la situación fraudulenta, pero mi trabajo no era resolver esa situación; eso era responsabilidad de Dios. Yo tomé una decisión y me mantuve firme en el Principio, y al confiar en Él fui bendecida con un nuevo trabajo en otro lugar. Dios había hecho todas las cosas nuevas.

Pienso a menudo en esta maravillosa experiencia cuando oro por el bienestar y la seguridad de aquellos empleados cuyos ahorros de toda la vida han sido destruidos por la acción inapropiada de gerencias corporativas. La Biblia afirma: “Y os restituiré los años que comió la oruga...” Joel 2:25. Eso incluye la restauración de la fe y la confianza en la humanidad así como el bienestar y la salud económica. Esta promesa se ha cumplido en mi propia vida y es una promesa que es verdad para todos.

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